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Opinión

LA SIERRA DeL TERROR por Victor M.Quintana

LA SIERRA DEL TERROR

Por: Víctor M. Quintana S.

Creo que así se titulaba una película de las gloriosas matinées de mi infancia. En ella Antonio Aguilar interpretaba al agente federal Mauricio Rosales, “El Rayo” y con su fiel compañero, Emeterio Berlanga, (Agustín Isunza,) hacía cera y pabilo de cuanto maleante y cacique asolaba los tranquilos pueblos de escenografía de aquellas elementales cintas de aventuras.

La realidad de la Sierra de Chihuahua, es peor que la ficción,  y sus pueblos padecen homicidios , secuestros e incendios no de escenografía, con muchos delincuentes, incluso uniformados, y nada de mauricios rosales. Con autoridades federales y estatales desentendidas, y gobernadores que cualquier crítica o justo reclamo de la gente intentan presentarlo como “impulsado por motivos políticos”.

La digna misiva del pueblo de Creel al Gobernador y al Fiscal General del Estado lo expresó nítidamente hace algunos días: “Entre la gente del municipio de Bocoyna hay temor de hablar, como hay temor de escribir puesto que no vemos resultados claros y efectivos a las múltiples denuncias que más de una persona, una organización de derechos humanos, familias enteras han interpuesto luego de sufrir muertes, secuestros, asaltos, y han tenido como única respuesta otra muerte, otro secuestro, otro asalto en venganza a la búsqueda y urgencia de justicia que la sociedad sigue teniendo a flor de piel.”

La exigencia fue muy clara: “Que cumplan con su deber de cuidar el estado, de proteger a sus habitantes, de generar espacios de paz y tranquilidad que nos permitan circular libre y tranquilamente a cualquier hora del día y de la noche, que cumpla lo que prometió el día de su toma de posesiónPedimos también sus presencias en esta comunidad Sr. Gobernador, Sr. Fiscal, puesto que necesitamos dialogar con ustedes como es nuestro derecho, no con ningún representante enviado en su lugar.”

La respuesta fue típica de burócratas: El lunes pasado, reunión aparatosa en Bocoyna., para instalar la “Mesa de Seguridad” El Gobernador no estuvo presente, porque atendía los problemas causados por la lluvia (no de balas), la encabezaron el Secretario de Gobierno y el Fiscal General. Hubo catorce  funcionarios públicos, sólo dos representantes de la sociedad, no de Creel. No se escuchó  al pueblo, y se intentó  avasallar al terror ciudadano con estadísticas y cuentas alegres de los logros gubernamentales  en materia de seguridad.

Pero el terror continúa por toda esta sierra. En Guadalupe y Calvo volvió a haber 5 ejecuciones el 12 de julio  y continúan las extorsiones y secuestros. Según la red libre periodismo,  por toda la sierra se han incrementado losjuvenicidios:   se han encontrado varios cuerpos la última semana, entre ellos tres pares de hermanos. Uno, de dos jóvenes del poblado El Vergel, tenían 19 y 16 años, estaban desaparecidos desde febrero,. El martes 30, tres cuerpos más de jóvenes asesinados son encontrados en la carretera Guachochi-Creel.

Por esto resulta muy endeble y hasta indignante para personas como las de Creel que el gobierno los trate de convencer con estadísticas  Porque incluso echando mano de ellas, Chihuahua sigue encabezando la lista negra de las entidades en  tasa de homicidios por cada cien mil habitantes con 77, cifra que en los municipios serranos se eleva hasta el doble. En el estado  porcentaje de detención de presuntos responsables de sólo un 1.7%, uno de los más bajos del país.

¿Por qué en la Sierra Tarahumara no surgen policías comunitarias, autodefensas como en Guerrero o Michoacán?  Porque hace ya décadas hay una sistemática agresión a las comunicadse indígenas y mestizas.  A los pueblos indios, primero por parte de  las compañías mineras de la primera generación, luego por las forestales, últimamente por las turísticas y de nuevo las mineras.   Porque los indígenas  de la sierra, sumergidos en la precariedad  apenas pueden luchar por su subsistencia pues hace mucho que sus magros recursos dejaron de ser botín o sus territorios les fueron arrebatados. Porque ellos resisten de otro modo: dispersándose, remontándose.

En el caso de los pueblos mestizos, la comunidad no se ha podido construir porque son  poblados de reciente formación, dominados siempre por las compañías madereras o los caciques locales, divididos, si no opuestos a los indígenas, últimamente,  invadidos por narcotraficantes y sicarios, aislados en vastas extensiones poco poblados. Porque el Estado hace mucho eclipsó su presencia y se retiró o se fracturó, lo que llevó a que una fracción apoye a un grupo criminal y otra fracción al  grupo contrario. Todo este proceso de destrucción de las comunidades culmina siempre en el terror o cuando menos en la apatía.

No sólo el Gobierno del Estado ha sido insensible e ineficaz: el  gobierno federal ha descuidado también la sierra en lo económico, en lo político, en lo social, en lo ambiental y en el aspecto de seguridad y de paz. Para ello no hay una estrategia de Estado. Peña Nieto balbucea también en este tema: se cree todo lo que desde acá le dicen, carece de iniciativa, la inteligencia está ausente como aparato y como facultad. La estrategia del sexenio es la que recibió, ensangrentada, del sexenio anterior.  Los priístas de convicción no estarán muy contentos: en cuanto a la violencia,  el país está viviendo un calderonismo sin Calderón.

Tanto el terror l sigue agobiando todos los días, ubicuo, disruptivo, pertinaz a la gente de la sierra, que no cree ya ni en Calderón, ni en Peña Nieto, ni en Reyes, ni en César, y lo que es peor, ni siquiera en Mauricio Rosales, “El Rayo

 

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Opinión

La semilla. Por Raúl Saucedo

Libertad Dogmática

El 4 de diciembre de 1860 marcó un hito en la historia de México, un parteaguas en la relación entre el Estado Mexicano y la Iglesia. En medio de la de la “Guerra de Reforma», el gobierno liberal de Benito Juárez, refugiado en Veracruz, promulgó la Ley de Libertad de Cultos. Esta ley, piedra angular del Estado laico mexicano, estableció la libertad de conciencia y el derecho de cada individuo a practicar la religión de su elección sin interferencia del gobierno.

En aquel entonces, la Iglesia Católica ejercía un poder absoluto en la vida política y social del país. La Ley de Libertad de Cultos, junto con otras Leyes de Reforma, buscaba romper con ese dominio, arrebatándole privilegios y limitando su influencia en la esfera pública. No se trataba de un ataque a la religión en sí, sino de un esfuerzo por garantizar la libertad individual y la igualdad ante la ley, sin importar las creencias religiosas.
Esta ley pionera sentó las bases para la construcción de un México moderno y plural. Reconoció que la fe es un asunto privado y que el Estado no debe imponer una creencia particular. Se abrió así el camino para la tolerancia religiosa y la convivencia pacífica entre personas de diferentes confesiones.
El camino hacia la plena libertad religiosa en México ha sido largo y sinuoso. A pesar de los avances logrados en el lejano 1860, la Iglesia Católica mantuvo una fuerte influencia en la sociedad mexicana durante gran parte del siglo XX. Las tensiones entre el Estado y la Iglesia persistieron, y la aplicación de la Ley de Libertad de Cultos no siempre fue consistente.
Fue hasta la reforma constitucional de 1992 que se consolidó el Estado laico en México. Se reconoció plenamente la personalidad jurídica de las iglesias, se les otorgó el derecho a poseer bienes y se les permitió participar en la educación, aunque con ciertas restricciones. Estas modificaciones, lejos de debilitar la laicidad, la fortalecieron al establecer un marco legal claro para la relación entre el Estado y las iglesias.
Hoy en día, México es un país diverso en materia religiosa. Si bien la mayoría de la población se identifica como católica, existen importantes minorías que profesan otras religiones, como el protestantismo, el judaísmo, el islam y diversas creencias indígenas. La Ley de Libertad de Cultos, en su versión actual, garantiza el derecho de todos estos grupos a practicar su fe sin temor a la persecución o la discriminación.
No obstante, aún persisten desafíos en la construcción de una sociedad plenamente tolerante en materia religiosa. La discriminación y la intolerancia siguen presentes en algunos sectores de la sociedad, y es necesario seguir trabajando para garantizar que la libertad religiosa sea una realidad para todos los mexicanos.

La Ley de Libertad de Cultos de 1860 fue un paso fundamental en la construcción de un México más justo y libre. A 163 años de su promulgación, su legado sigue vigente y nos recuerda la importancia de defender la libertad de conciencia y la tolerancia religiosa como pilares de una sociedad democrática y plural.
Es importante recordar que la libertad religiosa no es un derecho absoluto. Existen límites establecidos por la ley para proteger los derechos de terceros y el orden público. Por ejemplo, ninguna religión puede promover la violencia, la discriminación o la comisión de delitos.
El deseo de escribir esta columna más allá de conmemorar la fecha, me viene a deseo dado que este último mes del año y sus fechas finales serán el marco de celebraciones espirituales en donde la mayoría de la población tendrá una fecha en particular, pero usted apreciable lector a sabiendas de esta ley en mención, sepa que es libre de conmemorar esa fecha a conciencia espiritual y Libertad Dogmática.

@Raul_Saucedo
rsaucedo@uach.mx

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