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Opinión

Malas noticias para el duartismo.- por José Luis Valero Flores

También para la mayoría de los mexicanos. Los cambios en el gabinete presidencial no los avizoran en ninguna de las políticas públicas; son, sólo, enroques entre los hombres y mujeres más cercanos al presidente.

Podrían catalogárseles en dos sentidos: El primero, que se fortalece el grupo de los allegados más identificados a Peña Nieto -con dos excepciones, quizá, la de José Calzada en Sagarpa, y la de José Antonio Meade en Desarrollo Social- y, dos, que merced a las biografías de varios de los designados, le dan sustento a las versiones que achacan al ex presidente Carlos Salinas de Gortari una inusual injerencia en el actual gobierno.

Destaca, para los chihuahuenses, la llegada del ex gobernador José Reyes Baeza a la Dirección del ISSSTE. Trae no pocas lecturas tal hecho.

El escribiente no recuerda que el secretario particular de presidente alguno llegase, en el mismo sexenio, a una secretaría de Estado. El protagonismo de Aurelio Nuño lo ha llevado a la de Educación Pública, luego de ser mencionado como posible dirigente del PRI.

Asombra su encumbramiento y devela, sin lugar a dudas, que Peña Nieto lo considera apto para la sucesión. A su vez, designó a un hombre de sus confianzas, Francisco Guzmán, para sustituir a Nuño. Trabaja con él desde los tiempos que fue líder del Congreso local.

En tanto, Rosario Robles (invitada a la mesa de honor en la boda del hijo de Salinas de Gortari) se fue a la Sedatu. Inquieta su cercanía con el ex presidente.

En igual circunstancia se encuentran Enrique de la Madrid, hijo del ex presidente Miguel de la Madrid, quien consideraba casi como su hijo a Salinas. Ahora será el secretario de Turismo.

No es todo, la sobrina del ex presidente, Claudia Ruiz Massieu Salinas se encargará de la Secretaría de Relaciones Exteriores. Sin ninguna experiencia, confirma de esa manera que los políticos mexicanos son buenos para todo; en el lugar que los pongan desplegarán sus muy variadas capacidades.

A su vez, Rafael Pacchiano, ex diputado federal suplente del PVEM, nuevo secretario del Medio Ambiente, no escapa a la generalidad del gabinete. Está casado con la principal asesora del presidente, Alejandra Lagunes, ex funcionaria de Televisa, de los tiempos en que Peña Nieto era impulsado por la empresa televisiva. Lagunes se encargó de las cuentas en las redes sociales del hoy presidente.

Finalmente, Renato Sales, también mexiquense, será el nuevo titular de la Comisión Nacional de Seguridad. No hay novedad, es un ex funcionario de la Procuraduría del EdoMex.

¿Y el nombramiento de Reyes Baeza, qué?

Va como de cuento: El 6 de diciembre de 2012 la cena ofrecida por el Gobierno del Estado a los medios de comunicación de la capital casi fue sombría. El semblante del gobernador Duarte no era el de la cotidianidad de entonces, no apareció la sonrisa fácil que en ocasiones llega a la carcajada, tampoco los comentarios festivos que frecuentemente les hace a sus interlocutores.

Más aún, a todos los presentes (bueno, quizá no a todos, probablemente a sus más allegados en el gobierno no) les extrañaron dos cosas del discurso que tradicionalmente lanza a los comunicadores: La brevedad de la alocución y el que sólo en una ocasión mencionara al presidente Peña. Extrañísimo.

Apenas unas horas atrás, Peña Nieto había anunciado que el ex gobernador Reyes Baeza se incorporaba a la administración federal como director del Fovissste. Se convertía, así, en el chihuahuense con el cargo más elevado en el Gobierno federal, luego de que, durante semanas, el mandatario local había dado a entender que podría ocupar un lugar en el gabinete presidencial.

Así transcurrieron los días y los meses, con altibajos, pero sin que el tema desapareciera de las líneas de las columnas políticas más ligadas al mundo oficial.

En tanto la deuda crecía, aprobada la mayor parte de ella por los diputados del PAN. Hasta que, al tema de la seguridad pública que tanto le había criticado Duarte a Reyes Baeza (para eso fue la frase de que “el poder es para poder, no para no poder”, de la toma de posesión), le agregó el de la deuda del gobierno de Chihuahua y acusó a su antecesor de ser el principal responsable de ella.

La confrontación con el director del Fovissste ocupó la atención de la clase política en el 2014 y lo que había sido un soterrado distanciamiento durante el gobierno municipal de Marco Adán Quezada (2010-2013), se convirtió en un abierto enfrentamiento con el grupo de los Baeza, con el tema de la deuda y luego con el del AeroShow, cuyo momento más álgido fue el intento de inhabilitar a Quezada semanas atrás, lo que enfrentó al priismo y posibilitó que se tuvieran evidencias de cuánta responsabilidad, los chihuahuenses -sobre todo los de la capital-, le achacaban al ex alcalde.

Atrás había quedado el desayuno en casa del ex gobernador, con la presencia del gobernante, en aras de la unidad partidista, de frente a las elecciones de junio pasado.

Podían realizarse muchas lecturas, una de ellas no puede dejarse de lado: ¿Cómo explicarse que el gobernador de una entidad se confronte con el priista local que ocupa el cargo más elevado del equipo presidencial, cuyo nombramiento realiza el presidente y que, además, sea el liderazgo más visible de uno de los dos equipos priistas más poderosos de la entidad (el otro sería el encabezado por el exalcalde juarense, Héctor Murguía) y que, por añadidura, a él pertenezca Quezada?

Y vino el episodio de la presidencia del PRI nacional. Duarte dejó correr la especie cuando declaró que a él “no le tocaba anunciarlo”, lo que abría la posibilidad de que algo sabía y que sí se podía concretar, en lugar de deslindarse y agradecer que se le mencionara.

En la práctica se enfrentó a Manlio Fabio Beltrones, más allá de las relaciones de amistad que puedan tener, ya que el sonorense destapó sus pretensiones antes de las filtraciones en favor de Duarte.

Pueden existir infinidad de frases elogiosas, gestos amistosos, finalmente los hechos -sobre todo en política- son los elementos verdaderos para definir querencias; hoy por hoy, Reyes Baeza es uno de los 35-40 políticos de mayor confianza de Peña Nieto y sus opiniones, no sólo acerca del Issste, serán escuchadas con mayor atención que la del resto de los mexicanos, incluidos los gobernadores.

Es muy probable que al momento de tomar determinaciones sobre las candidaturas, la del ex gobernador sea una de las influyentes.

Por varias razones, la primera, que goza de las confianzas de Peña Nieto y de Osorio Chong, con quienes coincidió en la Conferencia Nacional de Gobernadores (Conago); y la segunda, que es el segundo chihuahuense de mayor confianza del grupo Atlacomulco. El otro es el embajador de México en Costa Rica, Fernando Baeza.

Ante este panorama, se antoja casi suicida -para el PRI local- que al día siguiente de la designación de Baeza, la Auditoría Superior del Estado (ASE) presentara la demanda contra el ex alcalde Quezada -y sólo contra él- en el Congreso del Estado, más allá de si está apegada a la legalidad, lo que, de entrada, hace suponer que hay un manoseo político.

Merece esa calificación porque a lo largo del sexenio el gobernador Duarte ha ejercido el poder de manera aplastante.

Por ello, no podría creerse que la decisión de demandar a Quezada se hiciese sin su conocimiento y, peor aún, sin su consentimiento. Podría tomarse como su respuesta al nombramiento de Reyes Baeza, lo que puede llevar al PRI a serios problemas.

Argüirán los oficiosos que era un asunto que debería hacerse, que así lo marca la ley, etc., pero toda esa argumentación cae por su propio peso: Hace meses que debería haberse terminado; las auditorías sobre las gestiones administrativas del año 2013 debieron concluirse meses, muchos meses atrás y el que la auditoría sobre poco menos de 20 millones de pesos -la del AeroShow- haya tardado en realizarse casi dos años concita la sospecha acerca del manejo inescrupuloso de una tragedia que conmovió a los chihuahuenses y cuyas víctimas aun deben esperar la aplicación de la justicia.

De acuerdo con el dictamen emitido en 2014 por la Auditoría, existen 10 observaciones sin solventar, entre las que destacan: la omisión en servicio de vigilancia especial, el no cumplimiento de las condiciones en Protección Civil, falta de plan de contingencia y la ausencia de documentación que valide el permiso para el desarrollo del espectáculo.

Además, por dos transferencias, una por 2 millones de pesos y otra por un millón 800 mil pesos, antes de que se firmaran los convenios, pero que finalmente se acreditó que fueron gastados en los espectáculos del Aero Show. Es decir, una falta administrativa que no implica un uso ilegal del dinero, ni que se destinara a fines distintos a los del evento.

¿Qué ganan esas víctimas si Quezada es sancionado administrativamente -que puede llegar hasta la inhabilitación para ocupar cargos públicos-?

¿Qué ganan con ello, si las indemnizaciones que les corresponden, de acuerdo con la ley, aún no les son entregadas?

La próxima semana será determinante.

Los señalamientos del ex alcalde Quezada van a la cabeza.

Declaró que espera que sea la ley y la justicia “la que determine el nivel de responsabilidad de cualquier persona que participó en este evento… pues entiendo que en ese acto participó la autoridad estatal y la municipal, y esas denuncias tendrán que aclarar ese nivel de participación: la del alcalde, la de los funcionarios municipales, de los cuerpos de Protección Civil estatal y municipal, y del propio gobernador, quien fue el orador principal el día del evento… ”. (Nota de César Ibarra, El Heraldo de Chihuahua, 29/VIII/15).

Así, prácticamente solos, los priistas están construyendo un panorama adverso para ellos en la contienda del próximo año, la principal oposición, la del PAN, se mantiene a la expectativa, como esperando tranquilamente la recepción del voto de rechazo al gobierno de Duarte, apostando a esa carta que, sostienen, es suficiente para ganar en 2016.

En su contra tienen un factor, inesperado totalmente: El gobernador Duarte está fortaleciendo a la figura más opuesta al duartismo, pero en su propio partido, a Marco Adán Quezada.

Lo dicho, tienen serios problemas.

 

Opinión

Los muros que lloran: las redadas y el alma chicana. Por Caleb Ordoñez Talavera

En el norte de nuestro continente, justo donde termina México y comienza Estados Unidos, hay una línea invisible que desde hace décadas divide más que territorios. Divide familias, sueños, culturas, idiomas, economías… y últimamente, divide también lo humano de lo inhumano.

Esta semana, Donald Trump —en una etapa crítica de su carrera política, con una caída notoria en las encuestas, escándalos judiciales y un sector republicano que empieza a verlo más como un riesgo que como un líder— ha regresado a una vieja y efectiva estrategia: la del miedo. El expresidente ha lanzado una ofensiva pública para prometer redadas masivas contra migrantes, deportaciones “como nunca antes vistas” y políticas de “cero tolerancia”.

La razón no es nueva ni sutil: apelar al votante blanco conservador que ve en el migrante un enemigo económico y cultural. Ese votante que, ante la inflación, la violencia armada o el desempleo, prefiere culpar al que habla español que exigirle cuentas al sistema. En medio del descontento generalizado, Trump no busca soluciones reales, busca culpables útiles. Y como en otras épocas oscuras de la historia, los migrantes —sobre todo los latinos, sobre todo los mexicanos— vuelven a ser carne de cañón.

Pero hay una realidad más profunda y más dolorosa. Quien ha vivido el cruce, legal o no, sabe que la frontera no es sólo un punto geográfico. Es una cicatriz. Las políticas migratorias —de Trump o de cualquier otro mandatario— convierten esa cicatriz en una herida abierta. Cada redada, cada niño separado de sus padres, cada deportación arbitraria, no es solo una estadística más. Es una tragedia personal. Y más allá de lo político, esto es profundamente humano.

En este escenario, cobra especial relevancia la figura del “chicano”. Este término, que nació como una forma despectiva de llamar a los estadounidenses de origen mexicano, fue resignificado con orgullo en los años 60 durante los movimientos por los derechos civiles. El chicano es el hijo de la diáspora, el nieto del bracero, el hermano del que se quedó en México. Es el mexicano que nació en Estados Unidos y que, aunque tiene papeles, no olvida de dónde vienen sus raíces ni a quién debe su historia.

Los chicanos son fundamentales para entender la cultura estadounidense moderna. Están en las universidades, en el arte, en la política, en la música, en los sindicatos. Y sin embargo, cada redada, cada discurso de odio, también los golpea. Porque no importa si tienen ciudadanía: su apellido, su acento o el color de su piel los expone. Ellos también son víctimas del racismo sistémico.

Hoy, más que nunca, México debe voltear a ver a su gente más allá del río Bravo. No como simples paisanos lejanos, sino como parte de nuestra nación extendida. Porque si algo une a los mexicanos, estén donde estén, es su espíritu de resistencia. Los migrantes no huyen por gusto, sino por necesidad. Y a cambio, han sostenido economías, levantado ciudades y mantenido viva la cultura mexicana en el extranjero.

Las remesas no son solo dinero: son prueba de amor, sacrificio y esperanza. Y ese compromiso merece algo más que silencio institucional. Merece defensa diplomática, apoyo consular real, y sobre todo, empatía nacional. Cada vez que un mexicano insulta o desprecia a un migrante —por su acento pocho, por su ropa, por sus papeles— se convierte en cómplice de la misma discriminación que dice condenar.

Las fronteras, como están planteadas hoy, no son lugares de paso. Son cárceles abiertas. Zonas donde reina la vigilancia, el miedo y la burocracia cruel. Para miles de niños, esas jaulas del ICE (Servicio de Inmigración y Control de Aduanas) son su primer recuerdo de Estados Unidos. ¿Ese es el país que dice defender los valores cristianos y la libertad?

Además, no podemos hablar de migración sin hablar del racismo. Porque este no es solo un tema migratorio, sino profundamente racial. Las políticas antiinmigrantes suelen tener rostro y acento. No se aplican con la misma fuerza para migrantes europeos o canadienses. El blanco pobre puede aspirar a mejorar; el latino pobre, a ser deportado.

Trump lo sabe, y por eso lo explota. En un año electoral donde su imagen se desmorona entre procesos judiciales, alianzas rotas y amenazas internas, necesita un enemigo claro. Y el migrante latino cumple con todos los requisitos: está lejos del poder, es fácil de estigmatizar y difícil de defender políticamente.

Pero aún hay esperanza. En cada marcha, en cada organización de ayuda, en cada abogado que ofrece servicios pro bono, en cada chicano que no olvida su origen, se enciende una luz. Y también en México. Porque un país que protege a sus hijos, donde sea que estén, es un país más digno.

No dejemos que los muros nos separen del corazón. Hoy más que nunca, México debe recordar que su gente no termina en sus fronteras. Y que el verdadero poder no está en las redadas ni en las amenazas, sino en la solidaridad. Esa que nos ha hecho sobrevivir guerras, pandemias, traiciones… y que ahora debe ayudarnos a defender lo más humano que tenemos: nuestra gente.

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