CIUDAD DE MÉXICO, 14 de abril.- El tráfico en la calle de Donceles, en el Centro Histórico, es un caos. Los autos se detienen frente al Teatro de la Ciudad Esperanza Iris y hay filas en la banqueta para accesar: todos quieren ver a John Malkovich, quien por primera vez se presenta sobre un escenario mexicano.
Mil 300 personas esperan pacientes el inicio de la primera función de La comedia infernal: confesiones de un asesino de la que el nominado al Premio Oscar es protagonista.
La Orchester Wiener Akademie, con sus 30 músicos, entra a escena en punto de las 20:15 horas. No hay escenografía, sólo la orquesta y su director Martin Haselböck.
La emoción se respira en la sala y la alargada pantalla sobre el escenario está lista para la traducción de los diálogos al español de este espectáculo.
El actor estadunidense John Malkovich, de 58 años, entra caminando tranquilamente por uno de los costados y destaca del resto por su traje blanco y su camisa moteada. La ovación no se hace esperar.
La primera impresión es que no está actuando, pues saluda de manera familiar al público mexicano y les agradece que estén en el “Teatro de la Ciudad”: “Vengo después de la muerte y nunca dije la verdad en todo lo que escribí. Perdón por mi acento, es que soy austriaco como el ex gobernador de California”. La explicación desata las risas y aquí comienza el juego.
Malkovich ya está metido en la piel del asesino serial de mujeres austriaco Jack Unterweger (1951-1994), quien estuvo encarcelado durante 15 años, en los que se dedicó a escribir poesía y novela. Conquistó con sus versos a cientos de lectores que abogaron por su libertad, misma que supo utilizar para continuar escribiendo, ganando la confianza de sus seguidores, mintiendo y matando.
“Quizá esperen una representación, pero no, es más una lectura en la que además hemos ensayado muy poco. Lo primero que aprendí en mi vida fue a mentir o a decir medias verdades.
Lo hice cuando sonreí al ser un bebé”, dice el actor, para revelar a sus seres femeninos representados por dos sopranos: Kirsten Blaise y Sophie Klu?man, quienes se llevan la ovación del público durante y al final de La comedia infernal.
Ellas interpretan las emociones de la madre, la amante, las prostitutas y víctimas. Entre un arias y otro, Malkovich se vuelve un enlace, un hilo conductor que relata la historia de este homicida con desparpajo, generando risas ácidas incluso durante los actos violentos.
“Las mujeres me pueden hacer perder la cabeza. Pasé 15 años en prisión privado de ellas y me di cuenta de que afuera, en libertad, la gente pasaba el mismo tiempo sin el placer sexual.
¿Por qué? La recomendación que les doy es: Sólo deben oír a las mujeres para hacerlas felices”, dijo, para bajar al escenario y sentarse en la primera fila a escuchar la siguiente melodía.
Este asesino fue abandonado por su madre y encarcelado en múltiples ocasiones luego de orfanatorios y padres adoptivos: “El homicidio me hizo una persona, subí de nivel, me gané el respeto de la gente”. Sin embargo, resuelve en su reflexión post mortem: “no produzco una palabra verdadera, soy un fracaso”. El final abre otra expectativa.
“¿Esperaban que me suicidara frente a ustedes? Si vienen mañana, tal vez cambie de opinión, por hoy he terminado”, señala Malkovich tras dos horas, sin intermedio, y pone de pie a la mitad del público, mientras el resto aplaude satisfecho desde su butaca.
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