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Opinión

Panorama. Por Raúl Saucedo

LA NATURALEZA DE LAS COSAS

La famosa frase de Lenin, «Hay décadas donde no pasa nada; y hay semanas donde pasan décadas», resuena al observar el panorama político actual de cualquier país.

En épocas de aparente calma, la maquinaria de los sistemas dentro de los países “avanza” con lentitud, casi imperceptible. Las instituciones se afianzan en rutinas, los liderazgos se enquistan en el sistema y la ciudadanía se adormece en una falsa sensación de estabilidad. Sin embargo, la historia nos demuestra una y otra vez que esta tranquilidad puede ser súbitamente interrumpida por períodos de intensa convulsión, donde el cambio se acelera de forma vertiginosa y las estructuras de poder se reconstruyen.

En estas «semanas donde pasan décadas», la sociedad se ve sacudida por una sucesión de acontecimientos que transforman radicalmente el panorama político, económico y social en esta aceleración del tiempo histórico.

Durante estos períodos, las viejas certezas se desmoronan y emergen nuevos actores y discursos. La ciudadanía, antes pasiva, se politiza y exige cambios profundos. Las instituciones, sometidas a una presión inédita, se ven obligadas a adaptarse o a colapsar. Los liderazgos tradicionales son desafiados por nuevas figuras que capitalizan el descontento popular. En definitiva, se abre un proceso de reconfiguración del poder, cuyas consecuencias son difíciles de predecir.

Un ejemplo paradigmático de este fenómeno lo encontramos en las revoluciones. La Revolución Francesa, la Revolución Rusa, la Primavera Árabe, entre otras, condensaron en pocos años transformaciones que marcaron el destino de naciones y regiones enteras. En estos casos, la acumulación de tensiones sociales y políticas durante décadas encontró una vía de escape repentina y a veces violenta, dando lugar a un cambio de época.

Pero no solo las revoluciones pueden ejemplificar la frase de Lenin. También en democracias consolidadas se observan períodos de aceleración histórica, donde la irrupción de nuevos desafíos o la crisis de los modelos tradicionales obligan a una profunda redefinición del sistema político. La crisis económica de 2008-09, el auge irruptivo demagógico, la pandemia de COVID-19, son algunos ejemplos de eventos que han generado en el mundo contemporáneo.

En momentos de incertidumbre, la capacidad de adaptación se vuelve crucial. Los líderes políticos deben ser capaces de leer los nuevos tiempos y ofrecer respuestas a las demandas ciudadanas. Las instituciones deben reformarse para garantizar su legitimidad y eficiencia. Y la ciudadanía debe ejercer su rol protagónico con responsabilidad y compromiso.

La frase rectora de Lenin nos invita a reflexionar sobre la naturaleza dinámica de la política actual en México y la importancia de estar preparados para los momentos de cambio acelerado. En un mundo amalgamado, la estabilidad es un espejismo. La historia nos enseña que la clave reside en comprender esta dinámica y actuar con lucidez y determinación para construir un futuro mejor para todos.

Antes de concluir, le ofrezco una disculpa apreciable lector por mi ausencia en letras de la semana pasada, pero es que pareciera que en la última semana la frase rectora de esta columna fue presente  y prueba de ello el “manifiesto menguante” que algún día será leído.

@Raul_Saucedo

rsaucedo@uach.mx

Opinión

El tren. Por Raúl Saucedo

Por las vías de los recuerdos y el futuro

En la actual era de la inmediatez y la conectividad a nivel mundial, donde la información
viaja a la velocidad de la luz, es fácil olvidar la importancia de las arterias que mueven el
mundo físico: las vías férreas son ejemplo de ello. Los trenes como gigantes de acero que
surcan valles y montañas, no son sólo reliquias del pasado, sino fueron clave fundamental
para el desarrollo económico y social de las naciones, y México fue la excepción.
A lo largo de la historia, el ferrocarril ha sido sinónimo de progreso. Desde la Revolución
Industrial, las vías férreas han tejido lazos entre pueblos y comunidades, impulsando el
comercio, la industria, el turismo y el intercambio cultural. Países como Estados Unidos,
China y Japón son ejemplos claros de cómo una robusta red ferroviaria puede ser el motor de
un crecimiento económico sostenido.
En México, la historia del ferrocarril está ligada a la propia construcción del país. El «Caballo
de Hierro», como se le conoció en el siglo XIX, unió a una nación fragmentada por la
geografía y las diferencias sociales regionales. Sin embargo, a pesar de su glorioso pasado, el
sistema ferroviario mexicano ha sufrido un prolongado periodo de abandono y desinversión.
Hoy, en un momento en que México busca consolidarse como una potencia regional y lograr
un desarrollo más equilibrado y sustentable, es imperativo revalorizar el papel del ferrocarril.
La construcción de nuevas líneas, la modernización de la infraestructura existente y la
promoción del transporte ferroviario de carga y pasajeros son acciones estratégicas que deben
estar en el centro de la agenda nacional.
Los beneficios de un sistema ferroviario eficiente reduce los costos de transporte, facilita el
comercio interior y exterior, y promueve la inversión en diversos sectores productivos,
permite conectar zonas marginadas con los principales centros urbanos e industriales,
impulsando el desarrollo local y la creación de empleos y un sistema ferroviario eficiente
ofrece una alternativa de transporte segura, cómoda y accesible para la población.
La actual administración federal ha mostrado un interés renovado en el desarrollo ferroviario,
con proyectos emblemáticos como el Tren Maya y el Corredor Interoceánico del Istmo de
Tehuantepec, así como las futuras líneas a Nogales, Veracruz, Nuevo Laredo, Querétaro y
Pachuca.
Con estas obras México recuperara su vocación ferroviaria y aprovechara a mi parecer el
potencial de este medio de transporte para impulsar su desarrollo hacia el futuro.
El motivo esta columna semanal viene a alusión de mis reflexiones de ventana en un vagón
de tren mientras cruzaba la península de la hermana república de Yucatán y en mi cabeza
recordaba aquella canción compuesta en una tertulias universitaria que decía…”En las Vías
de la Facultad”

@RaulSaucedo
rsaucedo@uach.mx

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