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Opinión

Ser humano es incongruente. Por Itali Heide

Itali Heide

Dos paralelas, dos vidas, dos escenas: mientras alguien felizmente recibe la llamada de una promoción esperada de trabajo, otra persona recibe la terrible noticia de un diagnóstico terminal. De día, los niños trepan columpios y juegan en el parque. De noche, un caminante solitario es atacado y asaltado entre los columpios. Alguien que no se pierde ni un domingo en la iglesia, podría pecar de todas las formas imaginables bajo su religión durante la semana. Ser humano es ser incongruente.

La vida es lo que te pasa mientras estás ocupado haciendo otros planes, dicen por ahí. Es más acertado decir que mientras algo sucede en tu vida, miles de otras cosas pasan en vidas paralelas a la tuya, a veces trágicas, de vez en cuando chistosas, de ocasión felices, otras veces emocionantes, pero siempre incongruentes. Somos una red de disonancias y contradicciones, desde afuera hacia adentro.

Como individuos, nuestro crecimiento y aprendizaje nos deja en un estado constante de incongruencia, llamada ‘hipocresía’ por quienes no saben discernir entre la falsedad de los hipócritas reales y la ingenuidad humana del proceso de crecimiento. Como sociedad, pedimos a gritos nuestra propia libertad al tiempo que se lo negamos a quienes no reconocemos como hermanos. Los políticos denuncian la corrupción como si no se llenaran los bolsillos de dinero de los mexicanos que se ganan el pan de cada día. Las empresas venden cualquier producto con la etiqueta <eco-friendly>, ignorando sus fábricas llenas hasta el tope de niños trabajando por centavos.

Ser humano es ser incongruente, pero ser incongruente no es ser cruel. ¿En qué momento empezamos a confundirlos? Hemos normalizado estas disonancias en nuestro día a día, usándolos a nuestro favor para ganar puntos para Instagram o para el cielo, dependiendo a quién queramos impresionar. Nos aterra defraudarnos a nosotros mismos y a los valores que nos enseñaron, pero nos olvidamos de considerar que no podemos vivir en el pasado. ¿Tenemos que estar de acuerdo con algo para aceptarlo? Indudablemente, no.

En vez de esforzarnos para conseguir la armonía y sincronía perfecta del mundo con nuestra identidad, aprendamos a aceptar las incongruencias y disonancias como parte de la vida. Aceptémoslas. Dejemos de darle tanta importancia a lo que no nos va, somos insignificantes en el gran esquema de las cosas. Debemos aceptar el mundo como es: fragmentado, asimétrico e insatisfactorio. Cuando hagamos las paces con lo que no entendemos, el mundo será un lugar un poquito mejor.

Opinión

La semilla. Por Raúl Saucedo

Libertad Dogmática

El 4 de diciembre de 1860 marcó un hito en la historia de México, un parteaguas en la relación entre el Estado Mexicano y la Iglesia. En medio de la de la “Guerra de Reforma», el gobierno liberal de Benito Juárez, refugiado en Veracruz, promulgó la Ley de Libertad de Cultos. Esta ley, piedra angular del Estado laico mexicano, estableció la libertad de conciencia y el derecho de cada individuo a practicar la religión de su elección sin interferencia del gobierno.

En aquel entonces, la Iglesia Católica ejercía un poder absoluto en la vida política y social del país. La Ley de Libertad de Cultos, junto con otras Leyes de Reforma, buscaba romper con ese dominio, arrebatándole privilegios y limitando su influencia en la esfera pública. No se trataba de un ataque a la religión en sí, sino de un esfuerzo por garantizar la libertad individual y la igualdad ante la ley, sin importar las creencias religiosas.
Esta ley pionera sentó las bases para la construcción de un México moderno y plural. Reconoció que la fe es un asunto privado y que el Estado no debe imponer una creencia particular. Se abrió así el camino para la tolerancia religiosa y la convivencia pacífica entre personas de diferentes confesiones.
El camino hacia la plena libertad religiosa en México ha sido largo y sinuoso. A pesar de los avances logrados en el lejano 1860, la Iglesia Católica mantuvo una fuerte influencia en la sociedad mexicana durante gran parte del siglo XX. Las tensiones entre el Estado y la Iglesia persistieron, y la aplicación de la Ley de Libertad de Cultos no siempre fue consistente.
Fue hasta la reforma constitucional de 1992 que se consolidó el Estado laico en México. Se reconoció plenamente la personalidad jurídica de las iglesias, se les otorgó el derecho a poseer bienes y se les permitió participar en la educación, aunque con ciertas restricciones. Estas modificaciones, lejos de debilitar la laicidad, la fortalecieron al establecer un marco legal claro para la relación entre el Estado y las iglesias.
Hoy en día, México es un país diverso en materia religiosa. Si bien la mayoría de la población se identifica como católica, existen importantes minorías que profesan otras religiones, como el protestantismo, el judaísmo, el islam y diversas creencias indígenas. La Ley de Libertad de Cultos, en su versión actual, garantiza el derecho de todos estos grupos a practicar su fe sin temor a la persecución o la discriminación.
No obstante, aún persisten desafíos en la construcción de una sociedad plenamente tolerante en materia religiosa. La discriminación y la intolerancia siguen presentes en algunos sectores de la sociedad, y es necesario seguir trabajando para garantizar que la libertad religiosa sea una realidad para todos los mexicanos.

La Ley de Libertad de Cultos de 1860 fue un paso fundamental en la construcción de un México más justo y libre. A 163 años de su promulgación, su legado sigue vigente y nos recuerda la importancia de defender la libertad de conciencia y la tolerancia religiosa como pilares de una sociedad democrática y plural.
Es importante recordar que la libertad religiosa no es un derecho absoluto. Existen límites establecidos por la ley para proteger los derechos de terceros y el orden público. Por ejemplo, ninguna religión puede promover la violencia, la discriminación o la comisión de delitos.
El deseo de escribir esta columna más allá de conmemorar la fecha, me viene a deseo dado que este último mes del año y sus fechas finales serán el marco de celebraciones espirituales en donde la mayoría de la población tendrá una fecha en particular, pero usted apreciable lector a sabiendas de esta ley en mención, sepa que es libre de conmemorar esa fecha a conciencia espiritual y Libertad Dogmática.

@Raul_Saucedo
rsaucedo@uach.mx

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