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Opinión

Un alcalde asesinado y la perpetua amenaza. Por Caleb Ordóñez T.

La trágica y horrorosa muerte del alcalde de Chilpancingo, Alejandro Arcos, ha ensombrecido el arranque del nuevo gobierno y ha vuelto a poner en el centro del debate la estrategia de seguridad de México. Este asesinato no es un hecho aislado; se inserta en un contexto de violencia extrema que lleva años castigando al país y que ha sido el resultado de una estrategia fallida adoptada durante la administración de Andrés Manuel López Obrador, quien heredó otras dos sangrientas y fracasadas estrategias de los expresidentes Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto.

Caleb Ordóñez T.

El enfoque de “abrazos, no balazos” impulsado por el anterior gobierno se presentó como una alternativa humanitaria a la guerra frontal contra el narcotráfico, pero en la práctica resultó ser insuficiente para contener el impresionante poder que ostentan los cárteles. El intento de evitar confrontaciones directas con los grupos criminales generó un vacío de autoridad en muchas regiones del país, permitiendo que los cárteles se fortalecieran, multiplicaran y expandieran sus actividades. En lugar de reducir la violencia, la estrategia anterior se tradujo en un aumento de los homicidios y la impunidad. La muerte de Arcos es solo uno de los muchos ejemplos de cómo los grupos criminales continúan ejerciendo su poder sin restricciones y como pueden someter a gobernantes, sin recato.

El nuevo gobierno encabezado por Claudia Sheinbaum tiene la difícil tarea de revertir esta situación y devolver la seguridad a los ciudadanos. Es un reto inmenso, pero también una oportunidad para corregir el rumbo y establecer una nueva estrategia que se centre en recuperar la paz y debilitar a los cárteles. A diferencia de su predecesor, Sheinbaum ha prometido una estrategia más activa, basada en inteligencia e investigación, y este enfoque renovado es justo lo que se necesita para enfrentar la crisis de seguridad.

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Opinión

Diálogos. Por Raúl Saucedo

El Eco de la Paz

En el crisol de la historia, las disputas bélicas han dejado cicatrices profundas en el tejido de
la humanidad. Sin embargo, en medio del estruendo de los cañones y las balas metrallas, ha
persistido un susurro: El Diálogo. A lo largo de los siglos, las mesas de negociación han
emergido como esperanza, ofreciendo una vía para la resolución de conflictos y el cese de
hostilidades entre grupos, ideas y naciones.
Desde la antigüedad, encontramos ejemplos donde el diálogo ha prevalecido sobre la espada.
Las guerras médicas entre griegos y persas culminaron en la Paz de Calias, un acuerdo
negociado que marcó el fin de décadas de conflicto. En la Edad Media, los tratados de paz
entre reinos enfrentados, como el Tratado de Verdún, establecieron las bases para una nueva
configuración política en Europa.
En tiempos más recientes, la Primera Guerra Mundial, un conflicto de proporciones
colosales, finalmente encontró su conclusión en el Tratado de Versalles. Aunque
controvertido, este acuerdo buscó sentar las bases para una paz duradera. La Segunda Guerra
Mundial, con su devastación sin precedentes en el mundo moderno, también llegó a su fin a
través de negociaciones y acuerdos entre las potencias.
La Guerra Fría, un enfrentamiento ideológico que amenazó con sumir al mundo en un
conflicto nuclear, también encontró su resolución a través del diálogo. Las cumbres entre los
líderes nucleares, los acuerdos de limitación de armas y los canales de comunicación abiertos
permitieron evitar una posible catástrofe global.
En conflictos más recientes, y su incipiente camino en las mesa de negociación ha sido un
instrumento crucial para lograr el cese de hostilidades de momento, esta semana se ha
caracterizado por aquellas realizadas en Arabia Saudita y París.
Estos ejemplos históricos subrayan la importancia del diálogo como herramienta para la
resolución de conflictos. Aunque las guerras pudieran parecer inevitables e interminables en
ocasiones, la historia nos muestra que siempre existe la posibilidad de encontrar una vía
pacífica. Las mesas de negociación ofrecen un espacio para que las partes en conflicto
puedan expresar sus preocupaciones, encontrar puntos en común y llegar a acuerdos que
permitan poner fin.
Sin embargo, el diálogo no es una tarea fácil. Requiere voluntad política, compromiso y la
disposición de todas las partes para ceder en ciertos puntos. También requiere la participación
de mediadores imparciales que puedan facilitar las conversaciones y ayudar a encontrar
soluciones mutuamente aceptables.
En un mundo cada vez más complejo e interconectado, el diálogo se vuelve aún más crucial.
Los conflictos actuales, ya sean guerras civiles, disputas territoriales o enfrentamientos
ideológicos, exigen un enfoque pacífico y negociado. La historia nos enseña que la guerra
deja cicatrices profundas y duraderas, mientras que el diálogo ofrece la posibilidad de
construir un futuro más pacífico y próspero para todos.
Los diálogos siempre serán una vía, aunque el diálogo más importante será con uno mismo
para tener la paz anhelada.
@RaulSaucedo
rsaucedo@uach.mx

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