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Opinión

La mentira de la perfección. Por Itali Heide

Itali Heide

No hay muchas cosas que den más miedo que ser vulnerable. Abrirse a la gente, permitirles que ocupen un lugar en tu corazón y compartir los detalles más intrincados de tu alma puede parecer a menudo un reto difícil de asumir.

Una vez derribados los primeros muros, se quita un peso de encima. Es como ver florecer una margarita después de un largo y frío invierno, mostrando por fin sus verdaderos colores al mundo.

Qué extraño se siente al despertarse a la mañana siguiente y darse cuenta de que has dejado tu corazón sobre la mesa para que lo acoja otra persona. En primer lugar, aparece el miedo. ¿Y si ahora me odian? ¿Y si he dicho demasiado? ¿Y si no he dicho lo suficiente?

Todos estos temores son válidos y vienen con el territorio de ser vulnerable, pero en todo caso, son una indicación de que hiciste algo bien: fuiste lo suficientemente valiente como para mostrarte íntimamente.

Habrá gente en el camino que no lo entienda. No pasa nada, porque hay muchas otras personas que acogerán las partes de ti que temes que se alejen. El tópico es cierto: nadie es perfecto. Quizá seas un mentiroso compulsivo. Tal vez hayas engañado en el pasado. Tal vez hayas herido a la gente con tu apatía. Puede ser que hayas dejado que tu ego se apodere de ti.

Independientemente de quién seas, de lo que hayas hecho o de lo que tengas que hacer, ya has dado el primer paso para sanar siendo sincero contigo mismo y con las personas que quieres.

La perfección está muy sobrevalorada. Se ha convertido en la norma, pero no existe en ninguna parte. Incluso los cactus se arrugan y mueren. Incluso las personas más honestas mentirán para salirse con la suya. Incluso el perro más cariñoso morderá la mano que le da de comer. Incluso el individuo más temeroso de Dios meterá la pata.

Entonces, ¿por qué seguimos exigiendo la perfección en un mundo que ha demostrado, una y otra vez, que no existe tal cosa? Es porque nos gusta creer que las cosas pueden ser sin culpa. Queremos una vida sin obstáculos, un amor sin límites, un trabajo sin preocupaciones y una existencia sin dolor. Esto simplemente no existe, y es hora de enfrentarse a la música: la perfección no es real, así que ni siquiera intentes alcanzarla. En su lugar, trata cada día como un nuevo reto para ser mejor.

Opinión

El G20: ¿Progreso real o más promesas vacías? Por Sigrid Moctezuma

Hablar del G20 es hablar de una oportunidad única: una reunión que pone sobre la mesa problemas que afectan directamente nuestras vidas, como la pobreza y el cambio climático. Pero, ¿Estamos realmente avanzando o seguimos atrapados en las buenas intenciones?

En pleno 2024, más de 700 millones de personas en el mundo viven con menos de 2 dólares al día, y el cambio climático sigue empujando a millones al borde de la desesperación. Según la FAO, en 2023 hubo un aumento alarmante de 122 millones de personas que enfrentan inseguridad alimentaria debido a conflictos y fenómenos climáticos extremos. Estas cifras no son abstractas; son vidas humanas, historias de lucha diaria que rara vez llegan a los titulares.

Erradicar la pobreza no es simplemente “dar más dinero”. Se trata de atacar la raíz del problema: desigualdades históricas y estructuras económicas que privilegian a unos pocos. Por ejemplo, los países del G20 representan el 85% del PIB mundial, pero también son responsables del 75% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Es una contradicción enorme: quienes tienen más recursos para ayudar son también quienes más contribuyen al problema.

También es fácil hablar de «transición energética» y «economía verde», pero ¿Qué significa esto para alguien que perdió su casa por un huracán? En México, por ejemplo, los desastres naturales generaron pérdidas económicas por más de 45 mil millones de pesos en 2023. Y mientras tanto, los países más contaminantes siguen retrasando acciones contundentes, como reducir su dependencia de los combustibles fósiles. ¿Por qué? Porque aún les resulta más barato contaminar que invertir en soluciones sostenibles?.

¿Qué se debería hacer?

Las soluciones están claras, pero falta voluntad política. El G20 propone algunas ideas interesantes: redistribuir recursos, apoyar economías locales y fomentar la innovación tecnológica para reducir desigualdades. Pero todo esto suena a más promesas, a menos que veamos medidas concretas. ¿Dónde están los fondos para las comunidades más vulnerables? ¿Por qué no se prioriza la educación y la formación laboral en zonas desfavorecidas?

Como sociedad, necesitamos exigir que las grandes cumbres dejen de ser solo escenarios de fotos grupales. Los líderes globales deben recordar que detrás de cada estadística hay una persona que sufre, pero también que sueña con un futuro mejor. Si no empezamos a construir ese futuro ahora, ¿cuándo lo haremos?

El G20 no es la solución mágica, pero puede ser un catalizador. Si los compromisos se traducen en acciones reales, estaremos un paso más cerca de un mundo más justo. Si no, solo estaremos alimentando un ciclo de discursos vacíos que poco tienen que ver con las necesidades reales de la gente.

¿Qué opinas tú? ¿Crees que estas cumbres realmente cambian algo o son puro espectáculo?

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