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Opinión

ARMAS INFALIBLES CONTRA EL DELITO por LUIS OCHOA MINJAREZ

Armas infalibles contra el delito
Luis Ochoa Minjares

El Secretario de Seguridad Pública Municipal coronel Leyzaola se queja, y con toda razón, que la comunidad le regatea la cooperación mediante la denuncia ciudadana, y que los defensores de los derechos humanos le ponen piedritas en el camino, no obstante que son irrebatibles las pruebas de que “está atajando la pelota” en la difícil tarea de regresar a Juárez la paz y la tranquilidad de sus ciudadanos.El hampa insolente y desbordada le está buscando tres pies al gato. Tal vez sus cerebros y capos mayores desconocen el sabio refrán popular harto elocuente: “Dios ayuda a los buenos cuando son más que los malos”. Y si los buenos son más que los perversos, deben hacer valer esa ventaja y blandir la razón que los asiste, y, sobre todo, utilizar las dos armas infalibles a la mano: la denuncia ciudadana y el “pitazo” telefónico anónimo

El cinismo despiadado y la prepotencia criminal del hampa mayor y menor han colmado la paciencia colectiva desde hace mucho tiempo y enardecido los ánimos populares. Es cada día más vigorosa la exigencia de que las autoridades no den tregua ni muestren la menor cobardía frente a ese monstruo de mil cabezas de la delincuencia organizada.

La aplicación de la ley en la lucha contra el crimen organizado y eventual, no resulta fácil si las instituciones judiciales y policíacas no sienten además de la presión popular, el apoyo franco, abierto y decidido de todos y cada uno de los habitantes de la comunidad.

La efectividad de las corporaciones policíacas y el aparato judicial no se expresará al cien por ciento ni dará los frutos requeridos, si no se da cima a la depuración de esos organismos y se expulsa de su seno a todos aquellos malos elementos que han sido corrompidos desde el exterior o infiltrados por las mafias.

La organización del vecindario en grupos vigilantes en cada cuadra y en turnos escalonados, la denuncia telefónica anónima, parecen ser por ahora las formas más eficaces de colaborar con las corporaciones e instituciones policíacas para devolver a la comunidad la seguridad pública, la paz y la tranquilidad. El sistema de silbatos implantado por Leyzaola es también una herramienta contra los malandros.

Es cierto que los buenos son más que los malos. Hagamos de esta verdad la principal arma contra el hampa insolente, desbordada y despiadada. Actuemos con mayor decisión y valor civil y menos indiferencia. Leyzaola merece más decidido apoyo de la comunidad. Denuncia ciudadana y pitazos anónimos y oportunos, son por ahora, los dos recursos, las dos armas más eficaces que puede esgrimir la ciudadanía.

LA ADICCION

AL TRABAJO

El parralense que nos gobierna está dando muestras de una adicción al trabajo y un dinamismo incansable a tal grado que ya los sabihondos cafetómanos lo están futureando. ¿Quién no envidia el ritmo de trabajo, el dinamismo y la ubicuidad del gobernador Duarte, ahora en gira de trabajo por el lejano oriente buscando mercados nuevos para los productos chihuahuenses? Y es que el ejemplo de la conducta personal tiene una fuerza extraordinaria para gobernar.

Es bien sabido que cuando uno está haciendo lo que le gusta, no se cansa nunca. Y en el caso del gobernador Duarte la política no le gusta, le encanta, y en su ejercicio consume las veinticuatro horas del día. Dígalo si no su agenda diaria de actividades. Trabaja en lo que le gusta, la política, entendida como instrumento para ejercer el poder público con dinamismo, eficacia y alegría.

Y, repetimos, no hay recurso más poderoso de convencimiento que la fuerza del ejemplo de la conducta y el comportamiento personal. Un servidor público que realiza su misión con el brillo de la alegría en sus ojos, la sonrisa en los labios y un dinamismo incansable, transmite confianza, optimismo y deseos de luchar.

Lo ideal sería que los adictos al trabajo fueran muchos más que los adictos a otras aficiones degradantes como la molicie, el tabaco, el licor, las drogas y demás desviaciones de la conducta humana. La iglesia en su ámbito espiritual y la escuela en su campo de la enseñanza, podrían hacer mucho por cambiar esta gigantesca desproporción entre los adictos al trabajo y los adictos a los vicios.

Sería deseable que el ejemplo de la conducta personal del gobernador Duarte contagie a todos y cada uno de sus colaboradores, y estos a su vez lo retransmitan a la comunidad donde se desenvuelven y realizan las funciones propias del cargo que desempeñan, así sea desde el modesto conserje, hasta el más encumbrado funcionario.

ANÉCDOTA DE

DOS ALCALDES

Cuando era alcalde de Chihuahua el ex diputado federal y ex gobernador y ahora candidato a Senador del Tricolor Patricio Martínez, visitó Ciudad Juárez.

Faltaban ya escasos ocho días para Navidad y el tema del día era si el alcalde panista Pancho Villarreal se decidía o no a poner arreglos de navidad en las calles de la Ciudad.

El reportero radiofónico Javier Mendoza Zubiate le preguntó a Patricio, ¿qué opina señor Martínez de esta polémica?

No, responde el alcalde de Chihuahua, nosotros ya los pusimos desde hace un mes para que en estos días navideños, la gente disfrute su ciudad, la viva y la sienta.

Por fortuna, después fue gobernador y le siguió José Reyes Baeza, durante cuyos sexenios promovieron ambos mandatarios en el municipio de un amplio programa de promoción de la cultura, un programa donde los habitantes de la frontera fortalecieron su identidad y su orgullo de pertenencia.

En el sexenio actual, tenemos fe en que los chihuahuenses en todas las ciudades del Estado, pueblos y rancherías, aprendamos a “vivir y sentir” nuestros respectivos terruños, a quererlos, cuidarlos y mantenerlos siempre enfilados hacia la modernidad y el progreso constantes.

TECLAZOS

DOMINICALES

Con alegre y campirana comelitona, se recordó ayer la fecha cuando el General Francisco Villa hizo un alto en Samalayuca para descansar. Se comentaron, por supuesto, los propósitos de convertir a la enigmática y atrayente “Reina de los Médanos” y sus vastos arenales, en una especie de vergel, y en un sitio de atracción turística y reserva ecológica… Por cierto, ha quedado en silencio el resultado de la investigación acerca de la contaminación causada por un extraño líquido arrojado en un área cercana a las vías del ferrocarril que cruza Samalayuca… Algunos miembros del sector empresarial están tan deslumbrados con los logros alcanzados en seguridad por el coronel Leyzaola, que ya lo andan candidateando para suceder al ingeniero Murguía. Ni tanto que queme al santo… Se nos está yendo el año y los juarenses no damos muestras de hacerle frente a las grandes obras, cuyos proyectos duermen el sueño de los justos en las gavetas y los escritorios, como el Centros de Convenciones, el Transporte Urbano Semimasivo y la Remodelación del Centro Histórico entre otras. ¿Qué nos pasa?

FINALMENTE la frase de la semana: “Hágase lo que se deba, aunque se deba lo que se haga”

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Opinión

KAFKIANO. Por Raúl Saucedo

ECOS DOMINICALES

En el laberinto de la política contemporánea, a menudo podríamos considerar  que nos encontramos deambulando por pasillos de las obras de Franz Kafka. Esa sensación de absurdo, opresión y burocracia incomprensible que caracterizan lo «Kafkiano» no es exclusiva de la ficción; es una realidad palpable en el día a día de millones de ciudadanos alrededor del mundo.

A nivel global, la política parece haberse transformado en un sistema gigantesco, deshumanizado y a menudo ilógico. Las decisiones se toman en esferas lejanas, por personajes que parecen habitar otro universo, mientras que las consecuencias recaen directamente sobre los ciudadanos de a pie. ¿Cuántas veces hemos visto acuerdos internacionales o normativas supranacionales que, a pesar de sus buenas intenciones, terminan generando más confusión y restricciones que soluciones? Es la burocracia global, un monstruo de muchas cabezas que opera bajo sus propias reglas, ajeno a las realidades individuales. Los ciudadanos se sienten como los personajes de Kafka, constantemente a la espera de un veredicto o una explicación que nunca llega, o que llega demasiado tarde y de forma incomprensible.

En América Latina, la esencia Kafkiana de la política se magnifica. La historia de la región está plagada de sistemas que parecen laberintos, donde los procesos se estancan por años, las acusaciones no tienen fundamento claro y la justicia parece un privilegio, no un derecho. La corrupción es otro elemento profundamente Kafkiano: actos inexplicables de desvío de recursos o favores políticos que operan en las sombras, imposibles de rastrear o de exigir responsabilidades. Los ciudadanos se enfrentan a un estado omnipresente pero ineficiente, que promete soluciones pero solo entrega más papeleo y trámites sin fin. Las promesas electorales se desvanecen en el aire como niebla, dejando un rastro de desilusión y cinismo. La sensación de desamparo es palpable, pues la maquinaria política y administrativa, en lugar de servir, parece diseñada para agobiar y confundir.

Existen países que para interactuar con dependencias gubernamentales puede ser una auténtica Odisea Kafkiana. Solicitar un permiso, registrar una propiedad o incluso tramitar una simple credencial puede convertirse en una misión imposible, llena de requisitos ambiguos, ventanillas equivocadas y funcionarios que ofrecen respuestas contradictorias. La burocracia, en muchos casos, no solo es lenta, sino que parece tener una lógica interna ajena a la razón, diseñada para agotar la paciencia del ciudadano. A esto se suma la impunidad, un fenómeno profundamente Kafkiano, donde crímenes y actos de corrupción permanecen sin castigo, generando una sensación de injusticia y resignación. Las narrativas oficiales a menudo carecen de la transparencia necesaria, dejando a la población en un estado de perpetua incertidumbre y desconfianza, buscando desesperadamente una explicación que nunca llega, o que es inaceptable.

En este panorama, la política se percibe como un ente ajeno, una fuerza opresiva que opera bajo un código indescifrable. Para muchos, participar activamente se siente como un esfuerzo en vano contra un sistema que parece inmune al cambio. La resignación es un peligro real, y la apatía se convierte en una respuesta lógica a la frustración persistente.

Sin embargo, como en las obras de Kafka, donde los protagonistas, a pesar de su desorientación, siguen buscando una salida o una explicación, nuestra sociedad no debe rendirse. Entender la naturaleza Kafkiana de nuestra política es el primer paso para exigir transparencia, simplificación y, sobre todo, una humanización de los sistemas que nos rigen. Solo así podremos, quizás, encontrar la puerta de salida de este interminable laberinto.

Esta reflexión viene de mensajes en grupos, cafés en mesas y observaciones del pasado domingo, donde lo kafkiano quizá no es la situación, si no nosotros mismos.

@Raul_Saucedo

rsaucedo@uach.mx

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