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Opinión

La plaza Tlaxcoaque por Lilia Merodio

Puedo asegurar que no existe habitante de esta ciudad que no haya transitado hacia el Zócalo por calzada de Tlalpan, utilizando el paso a desnivel que lo conduce a la Avenida 20 de Noviembre, para salir justo donde se encuentra la capilla de la Inmaculada Concepción. En Facebook miro la fotografía donde se observa un tranvía, en una calle lateral, rumbo a Xochimilco por donde ahora pasa el Metro.
La capilla data del siglo XVII; declarada monumento nacional en 1932, se encuentra en una plaza de lo que fue el antiguo barrio de Tlaxcoaque, que desde entonces se ha ido transformando, de tener frente a su atrio una glorieta donde convergían las calles 20 de Noviembre, Fray Servando y San Antonio Abad, al aspecto que ahora conocemos como salida sur del Centro. Wikipedia, a partir de la información que el GDF empezó a divulgar para promocionarla como parte de las restauraciones del Bicentenario, dice que Tlaxcoaque “era entonces una populosa zona habitada por indígenas… rodeada de una zona popular llena de callejuelas estrechas y predios hacinados. La plaza experimentó una fase de decadencia durante los dos últimos tercios del siglo XX, fue tristemente célebre porque junto a ella se localizaba el edificio de Policía y Tránsito del Departamento del DF, y fue escenario de corrupción, robo de vehículos y violaciones a los derechos humanos”.
Junto a la ahora peatonal calle Madero, era y es la puerta de entrada a la plaza de la Constitución; es la ruta por donde desde el aeropuerto arribaban en auto descubierto personalidades como John F. Kennedy, los primeros astronautas en ir a la Luna, Juan Pablo II y líderes de todo el mundo.
La capilla fue construida con piedra volcánica por indígenas de la época colonial al estilo barroco, aunque quienes recientemente la remodelaron se les ocurrió aplanar sus muros y pintarlos de tal manera que parece fachada de restaurante El Portón. El hecho de que atrás de dicha plaza estuviera la jefatura de policía y su corporación secreta, no impidió que todavía en los años 60 del siglo pasado fuera tan solicitada que se celebraban bodas casi todas las semanas y que sus jardines circundantes estuvieran pletóricos de colorines. Hoy tan sólo quedan unas cuantas plantas diseminadas sobre planchas de concreto donde la Coca Cola puso un megaanuncio tipo árbol de Navidad, y donde los niños contraen dermatitis en las infecciosas fuentes iluminadas de colores que están de moda como signo de modernidad progre.
Igual que la Estela de Luz, oscuro fue el fideicomiso de su rehabilitación en 2010, un desperdicio el concurso convocado para su diseño, pues todo se canceló para que finalmente fuera (¿dónde quedó lo del fideicomiso?) con un donativo de 65 millones de pesos del gobierno de Azerbaiyán, que se comenzaron a talar los árboles y cambiar los jardines por concreto sin que la autoridad ecológica dijera nada. Frente a la capilla una escultura del gobierno donante que desentona con el resto del paisaje, una caseta de policía donde los vigilantes hacen amistad con las jovencitas casi adolescentes que se bañan en los chorros de las fuentes y unas cercas de malla ciclónica disfrazadas de jardines verticales. Por el costo al parecer una estafa, tanto al fideicomiso como a Azerbaiyán, y por supuesto al contribuyente al que se le ha dicho que el GDF “no pagó nada” pero seguramente alguien está cobrando todo por colocar anuncios encubiertos como celebraciones, igualito que en el Zócalo, la Alameda y el monumento a la Revolución.
lilia merodio rezaEn la parte de atrás de la plaza de Tlaxcoaque, donde estaba la jefatura de policía y el escuadrón de rescate, la calle Chimalpopoca, que desahogaba la salida de autos hacia Tlalpan, hoy se la han apropiado policías y rescatistas como estacionamiento, abundan puestos de comida semifijos y plagas de roedores.
Pienso en todo esto mientras veo a una mujer, al parecer ciudadana azerbaiyana, discutiendo con el poeta Homero Aridjis a quien le dice que deberíamos estar agradecidos de la estatua del ex dictador Heydar Aliyev en Reforma y de las remodelaciones donadas por su gobierno porque ahora sí tenemos dónde recrearnos. Obras tardías y de mal gusto; lo bueno es que nada más fueron 65 millones y no los mil millones de la “suavicrema de luz”.

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Opinión

El tren. Por Raúl Saucedo

Por las vías de los recuerdos y el futuro

En la actual era de la inmediatez y la conectividad a nivel mundial, donde la información
viaja a la velocidad de la luz, es fácil olvidar la importancia de las arterias que mueven el
mundo físico: las vías férreas son ejemplo de ello. Los trenes como gigantes de acero que
surcan valles y montañas, no son sólo reliquias del pasado, sino fueron clave fundamental
para el desarrollo económico y social de las naciones, y México fue la excepción.
A lo largo de la historia, el ferrocarril ha sido sinónimo de progreso. Desde la Revolución
Industrial, las vías férreas han tejido lazos entre pueblos y comunidades, impulsando el
comercio, la industria, el turismo y el intercambio cultural. Países como Estados Unidos,
China y Japón son ejemplos claros de cómo una robusta red ferroviaria puede ser el motor de
un crecimiento económico sostenido.
En México, la historia del ferrocarril está ligada a la propia construcción del país. El «Caballo
de Hierro», como se le conoció en el siglo XIX, unió a una nación fragmentada por la
geografía y las diferencias sociales regionales. Sin embargo, a pesar de su glorioso pasado, el
sistema ferroviario mexicano ha sufrido un prolongado periodo de abandono y desinversión.
Hoy, en un momento en que México busca consolidarse como una potencia regional y lograr
un desarrollo más equilibrado y sustentable, es imperativo revalorizar el papel del ferrocarril.
La construcción de nuevas líneas, la modernización de la infraestructura existente y la
promoción del transporte ferroviario de carga y pasajeros son acciones estratégicas que deben
estar en el centro de la agenda nacional.
Los beneficios de un sistema ferroviario eficiente reduce los costos de transporte, facilita el
comercio interior y exterior, y promueve la inversión en diversos sectores productivos,
permite conectar zonas marginadas con los principales centros urbanos e industriales,
impulsando el desarrollo local y la creación de empleos y un sistema ferroviario eficiente
ofrece una alternativa de transporte segura, cómoda y accesible para la población.
La actual administración federal ha mostrado un interés renovado en el desarrollo ferroviario,
con proyectos emblemáticos como el Tren Maya y el Corredor Interoceánico del Istmo de
Tehuantepec, así como las futuras líneas a Nogales, Veracruz, Nuevo Laredo, Querétaro y
Pachuca.
Con estas obras México recuperara su vocación ferroviaria y aprovechara a mi parecer el
potencial de este medio de transporte para impulsar su desarrollo hacia el futuro.
El motivo esta columna semanal viene a alusión de mis reflexiones de ventana en un vagón
de tren mientras cruzaba la península de la hermana república de Yucatán y en mi cabeza
recordaba aquella canción compuesta en una tertulias universitaria que decía…”En las Vías
de la Facultad”

@RaulSaucedo
rsaucedo@uach.mx

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