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Viernes Santo en Filipinas; la pasión extrema

MANILA, 6 de abril.- Una treintena de penitentes católicos se crucificaron hoy en varios pueblos del norte de Filipinas con motivo del Viernes Santo con la creencia de que su sacrificio traerá buena salud para los suyos.

Los actos más multitudinarios tuvieron lugar en la localidad de San Fernando, a unos 70 kilómetros al norte de Manila, donde miles de filipinos y extranjeros desafiaron el intenso calor para contemplar tres procesiones con crucificados.

«A veces lo quiero dejar, pero no puedo. Me prometí a mí mismo que haría este sacrificio. No pararé hasta que mi hija sea operada de un problema intestinal que padece desde hace años, nunca pedí nada para mí mismo», relató a Fernando Mamangun, uno de los tres crucificados del barrio de Santa Lucía.

Aunque algunas procesiones son muy modestas, otras como la de Santa Lucía son una auténtica recreación melodramática de la pasión de Cristo, con actores disfrazados de romanos que zarandean a los supuestos prisioneros ante la mirada del público.

Cuando termina la procesión, los émulos de Cristo se tumban sobre la cruz de unos cuatro metros de alto para que una cuadrilla de voluntarios les perfore las manos y los pies martilleando dos veces clavos esterilizados de unos doce centímetros de largo.

Vestidos con una túnica blanca o morada, tocados con una melena postiza y una corona de espinas, algunos se someten a la tortura con el rostro oculto por una capucha para tapar las muecas de dolor, mientras que otros soportan los cerca de diez minutos que dura el suplicio a rostro descubierto.

Una vez que la cuadrilla baja la cruz a tierra y extrae los clavos, el nazareno tambaleante es llevado en volandas a una improvisada enfermería donde se recupera unos minutos tumbados mientras le desinfectan las heridas.

«Cuando te bajan de la cruz no te puedes mover por el dolor, sólo puedo tumbarme en la enfermería», dijo Mamangun, que se gana la vida voceando los destinos de una línea de minibuses urbanos.

«Ahora me duele mucho, es así justo después de la crucifixión, pero en unas horas el dolor se irá y podré volver al trabajo. Después de unas horas es como si no hubiera pasado nada, me siento muy fresco», agregó mientras fumaba un cigarrillo minutos después de su sacrificio.

Si bien surgió en los últimos 60 años como una tradición marginal, este acontecimiento está en auge por la creciente presencia de turistas extranjeros.

«Ha sido interesante, nunca esperaba ver una cosa así, pero con una vez basta», comentó una joven turista austríaca.

Los crucificados estuvieron acompañados por decenas de fervorosos católicos que optaron por flagelarse para redimir sus pecados.

Los flagelantes desfilan en procesión por numerosas localidades del norte de Filipinas, donde van de iglesia en iglesia mientras se golpean la espalda rítmicamente con una fusta mojada.

La jerarquía católica filipina no recomienda este tipo de ritos, aunque a diferencia de otros años, esta vez no se ha opuesto a ellos de manera rotunda.

«No lo juzgamos o condenamos, simplemente lo desaconsejamos», declaró a la emisora de radio Veritas el presidente de la Conferencia Episcopal, Jose Palma.

Más del 80 por ciento de los 94 millones de habitantes de Filipinas se declaran católicos.

 

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Increible

Desaparece en Disneyland y aparece días después en un bote de basura en Mexicali: el misterioso caso de Annie Encino

Una adolescente estadounidense de 16 años fue localizada con vida dentro de un contenedor de basura en Mexicali, Baja California, días después de haber desaparecido en el parque Disney California Adventure, en Anaheim. El caso ha despertado preocupación e interrogantes en ambos lados de la frontera, especialmente por el silencio mediático en México y las lagunas que aún rodean su cruce hacia territorio nacional.

Annie Kathleen Encino desapareció el pasado 20 de abril tras una discusión con su familia dentro del parque temático. Fue vista por última vez alejándose sola, lo que activó una Alerta Amber en Estados Unidos. Sin embargo, esa alerta nunca cruzó a territorio mexicano, dejando a la opinión pública del país sin conocimiento de su desaparición… hasta que la historia dio un giro tan insólito como alarmante.

Días después, una llamada anónima al 911 alertó a la policía municipal de Mexicali sobre la presencia de una menor dentro de un bote de basura. Al llegar al sitio, los oficiales encontraron a la joven en condiciones que no han sido detalladas, pero confirmaron su identidad. El consulado de Estados Unidos fue notificado de inmediato y su madre viajó a la ciudad fronteriza para identificarla y llevarla de regreso.

Hasta ahora, las autoridades mexicanas no han informado cómo fue que Annie cruzó la frontera sin documentos, sin acompañantes y sin ser detectada. Tampoco han revelado si fue víctima de trata, secuestro, abuso o si viajó voluntariamente con ayuda de terceros. La Fiscalía de Baja California mantiene abierta una investigación para esclarecer los hechos.

Lo que sí queda claro es que algo falló en los mecanismos de cooperación fronteriza. Ni la alerta internacional funcionó, ni hubo un protocolo binacional que permitiera actuar a tiempo. La aparición de una menor estadounidense en un contenedor de basura, en una ciudad donde los casos de desapariciones no son novedad, pone una vez más bajo la lupa la crisis de seguridad y el flujo irregular entre ambos países.

Mientras se esperan más detalles oficiales, el caso de Annie Encino evidencia que incluso en un entorno supuestamente seguro como Disneyland, la vulnerabilidad de los menores puede terminar en una historia digna de una serie policiaca.

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