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Llevan cinco decapitados a funeraria de Guachochi

La Fiscalía General del Estado (FGE) informó que en las primeras horas del martes fueron llevados dos cuerpos y otros tres por la tarde a la funeraria ubicada en la zona sur, por lo que la (FGE) inició una investigación al respecto.

«Se habla de una rivalidad de dos bandas criminales dedicadas al trasiego de drogas», que habrían tenido un enfrentamiento en alguna parte de la sierra, comentó el Fiscal César Augusto Peniche.

«En las investigaciones ministeriales, se estableció que la madrugada de este martes, cuatro hombres a bordo de un vehículo Pick up marca Dodge línea Ram, color rojo, arribaron a la funeraria ‘Guemar’, lugar en donde dejaron dos cuerpos decapitados, con múltiples heridas producidas por proyectil de arma de fuego», detalló la Fiscalía en un comunicado.

«El grupo en mención, señaló que familiares de las víctimas acudirían a identificarlos; por lo que horas más tarde, se tuvo conocimiento de que uno de los cuerpos sin vida pertenecía a Juan Bernardo Vázquez Leyva de 37 años, originario de Batopilas, mientras que el otro continúa en calidad de desconocido».

La FGE agregó que, alrededor de las 16 horas, tiempo local, se presentó en la misma funeraria, el conductor de una camioneta roja, quien llevó tres cadáveres decapitados, de los cuales uno fue identificado por su hermano como Israel Portillo Gil, de 32 años, residente de los Mochis, Sinaloa.

El segundo y tercer cuerpo, informó el sujeto, pertenecen a los hermanos Lázaro y Ezequiel Berillenes Leyva, de 30 y 32 años, respectivamente, con domicilio en Guachochi.

«El testigo a los investigadores que durante la tarde de este día, localizó los cuerpos sin vida en el entronque a la localidad de Guirichique, por lo que los trasladó a Guachochi para dar parte a las autoridades».

La Comisión Estatal de Seguridad, la Agencia Estatal de Investigación y la Secretaría de la Defensa Nacional implementaron un operativo para tener mayores indicios que permitan esclarecer lo acontecido, de acuerdo con el diario Reforma.

Opinión

Emilia Pérez: Una Mirada Cuestionada sobre México Por: Sigrid Moctezuma

En un mundo donde el cine es tanto un arte como una poderosa herramienta de representación cultural, las películas que abordan la identidad de un país llevan consigo una gran responsabilidad. Tal es el caso de Emilia Pérez, una cinta que, aunque prometía ser un relato innovador, ha generado un torrente de críticas por su visión estereotipada y su superficialidad al retratar la cultura nacional.

Descrita por sus creadores como un “narco-musical”, Emilia Pérez sorprendió al ganar cuatro Globos de Oro, lo que dejó en evidencia una desconexión entre las audiencias internacionales y la percepción mexicana. Mientras en el extranjero se celebra como un experimento cinematográfico audaz, aquí ha sido criticada por perpetuar clichés culturales que parecen sacados de una postal turística, ignorando las complejidades del México actual. Aunque su mezcla de comedia, drama y música despertó curiosidad inicial, para muchos terminó siendo un recordatorio de cómo los estereotipos siguen dominando la narrativa global.

Uno de los puntos de mayor desagrado ha sido la manera en que la película aborda temas sensibles como la identidad de género y la narcocultura. Si bien es positivo que estas cuestiones tengan espacio en la narrativa cinematográfica, en Emilia Pérez se sienten tratadas con una ligereza que no honra su trascendencia. Los personajes, en lugar de reflejar matices reales, se convierten en caricaturas que difícilmente conectan con el público.

Las críticas no solo vienen de los espectadores, sino también de sectores especializados en cine y cultura. Se ha señalado que la película parece diseñada para un público extranjero que consume el «México pintoresco», mientras ignora las voces y experiencias auténticas que definen al país. Lo que representa una oportunidad desperdiciada para proyectar un discurso que sea fiel a nuestra riqueza cultural y social.

Este fenómeno no es nuevo en el cine. Muchas producciones internacionales han intentado capturar supuestamente nuestra esencia, pero terminan cayendo en la trampa: el mariachi omnipresente, las cantinas llenas de tequila y la violencia gratuita. Emilia Pérez, desafortunadamente, parece sumar su nombre a esta lista.

No obstante, este tipo de reacciones también abre un espacio importante para la reflexión. La discusión que surge de estas películas pone sobre la mesa la necesidad de que seamos nosotros quienes contemos nuestras propias historias, desde múltiples perspectivas. Es imperativo que el relato cinematográfico internacional comience a escuchar más atentamente las voces locales y trabajen en colaboración para evitar simplificaciones que diluyan nuestra esencia.

En un mundo donde las plataformas digitales hacen que el cine viaje más rápido que nunca, la responsabilidad de representar adecuadamente a un país se vuelve aún más crucial. La recepción de Emilia Pérez debería servir como un recordatorio de que no somos un concepto único y fácil de definir, sino una amalgama compleja de historias, tradiciones y modernidades.

Quizá, en el futuro, podamos ver más producciones que tomen este desafío en serio, dejando de lado las visiones simplistas. Porque México, con todas sus luces y sombras, merece ser contado con verdad y profundidad.

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