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AMLO llamó «al pueblo de México a seguir apoyando al Teletón»

Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, durante el acto público de supervisión del Canal Centenario, desde el municipio de Ruiz, en Nayarit, llamó a los ciudadanos a apoyar al Teletón

“Aprovecho también para llamar al pueblo de México a seguir apoyando al Teletón. Mañana sábado y el domingo es el Teletón es importante participar porque se trata de centros para la rehabilitación de personas con discapacidad”, refirió.

El jefe del Ejecutivo mencionó que en el municipio nayarita hay 142 niñas y niños con discapacidad que reciben una pensión por parte del Estado, pero que no es suficiente para atenderlos, pues hace falta rehabilitación y atención médica.

“Ayuda mucho. Nosotros damos las pensiones, se benefician un millón de niñas y niños con esta pensión, pero no basta con estar recibiendo la pensión, hace falta también la atención médica, que haya terapias de rehabilitación porque muchas veces son discapacidades que pueden corregirse, y si la gente no tiene posibilidad de tener a un médico, esa discapacidad leve se convierte en una discapacidad grave”, dijo.

Añadió que el Teletón no sólo es cuestión de sus directivos, de empresarios y del gobierno, sino que es asunto de todo el país el apoyo a la labor médica que se realizan en los Centros de Rehabilitación e Inclusión Infantil Teletón (CRIT).

“Por eso es muy importante la labor médica de las terapias, de la rehabilitación de los centros Teletón en todo el país, y hay que ayudar, porque no es nada más de los directivos del Teletón, de las empresas, del gobierno, esto es asunto de todos, que todos apoyemos”, finalizó sobre el evento que produce Televisa desde hace más de 20 años.

Esta no es la primera vez, durante sus dos años frente al país, que López Obrador destaca las acciones que la Fundación Teletón realiza en el país. En un mensaje emitido el 14 de diciembre de 2019, reconoció que se trata de una “causa noble”.

En el mismo video, el mandatario felicitó a todas las personas involucradas en este proyecto que arrancó desde 1997, con el objetivo de que diversas empresas y sociedad en general recauden un monto económico para ayudar a niños, niñas y adolescentes con alguna discapacidad y a sus familias.

Asimismo, la relación entre el gobierno federal y Fundación Teletón se estrechó durante la contingencia sanitaria por el virus SARS-CoV-2, pues el pasado 24 de mayo se firmó un convenio para la reconversión hospitalaria de sus centros de rehabilitación para atender a pacientes contagiados por COVID-19.

Marcelo Ebrard, canciller mexicano, aseguró que 23 de los 24 CRITs con los que se cuenta en el país contribuirían a atender personas con coronavirus, pues cuentan con la infraestructura, el equipo y el personal para atenderlos.

Ante esta acción, López Obrador agradeció el apoyo de la fundación y se dijo “más tranquilo”, pues señaló que al inicio de la pandemia, no existían hospitales suficientes para enfrentarla.

“Ya estamos más tranquilos, porque sí pasamos momentos difíciles, porque no había la infraestructura hospitalaria básica, necesaria, para enfrentar esta pandemia; ahora ya podemos decir que hay reservas, sin embargo, nos tenemos que seguir preparando. Por eso agradecemos a Teletón estos espacios, porque son más camas, en el caso de que se necesiten”, indicó el presidente.

Según información de este proyecto, los 24 CRITs en México benefician a más de 27 mil menores y adolescentes con alguna discapacidad, cáncer o autismo. Tiene la finalidad de promover su pleno desarrollo e inclusión en la sociedad, pues representa la oportunidad de renovar la con?anza en las personas y en las instituciones, simbolizando la unión y el compromiso de diferentes sectores.

Fuente: Infobae

Opinión

La Trampa de la Soberanía. Por: Fernando Campos Cardosa

La palabra “soberanía” siempre ha tenido una connotación casi sagrada en la política de nuestro país. Invocarla suele ser suficiente para cerrar debates, bloquear el disenso y encender el fervor de quienes creen, honestamente, que un ejercicio genuino de soberanía nacional implica la defensa de todo aquello que nos define como nación libre e independiente. Sin embargo, lo que estamos presenciando hoy trasciende la mera consigna patriótica y revela un mecanismo más profundo, en nombre de “fortalecer la soberanía”: el gobierno está impulsando una serie de reformas que, lejos de hacer más sólido al Estado y a sus instituciones, están generando un poder desmesurado en la figura presidencial.

Regresemos unos meses en el pasado. El discurso oficial, replicado indiscriminadamente por los fieles seguidores,insistía en que se requería una reforma judicial para, supuestamente, erradicar los vicios históricos de nuestro sistema de justicia y ponerlo en sintonía con el pueblo. Suena bien en el papel, pero la práctica nos muestra que dicha reforma nunca respondió a un diagnóstico amplio ni a un proceso de debate incluyente. Por el contrario, parece apuntar a la conformación de un poder judicial dócil y moldeable a los intereses del Ejecutivo, uno que no sea un contrapeso sino un respaldo incondicional a sus decisiones.

Algo parecido ocurrió con la eliminación de organismos autónomos, esos entes creados para vigilar con lupa la actuación del gobierno, preservar la transparencia y defender los derechos de la ciudadanía. En su momento, la gentecelebró la creación de estas instituciones como un hito democrático, un esfuerzo por asegurarnos de que, sin importar el partido en el poder, habría un órgano independiente con la capacidad de investigar, documentar y, en caso necesario, sancionar. Hoy, se argumenta que éstos no hacían sino entorpecer el “proyecto de transformación” al estar plagados de intereses ajenos y por ello debían ser eliminados. El resultado: en nombre de la soberanía y de la supuesta “eficiencia administrativa”, ya se ha comenzado a desmantelar esas barreras que alguna vez se erigieron contra los abusos del poder y que nos dejan indefensos ante, por ejemplo, genuinas intenciones de obtención de información que antaño nos permitieron encontrar corruptelas y que hoy piensan esconder tras la subjetividad de la validez.

Pero eso no es todo. Pues el pasado 11 de marzo se aprobó una reforma en materia de “Soberanía Nacional” a los artículos 19 y 40 constitucionales bajo el pretexto de “defender la independencia y la integridad del país”. Sobre el papel, suena como un acto patriótico: ¿quién estaría en contra de proteger la soberanía de una nación? Sin embargo, en la práctica, esta nueva normativa corre el riesgo de convertirse en un arma política para etiquetar como intervencionismo cualquier crítica que provenga del exterior (o hasta de voces internas que supuestamente sirvan a intereses foráneos) y facilitar así la persecución de opositores. Pareciera un escudo para mantener a raya amenazas imaginarias, pero termina siendo un golpe silencioso contra los contrapesos democráticos y los principios de cooperación internacional que nuestro país cultivó por años.

Resulta preocupante entonces, que bajo el paraguas retórico de “proteger la soberanía”, se concentre cada vez más poder en el Ejecutivo, disminuyendo la independencia de instituciones y organismos que, en una democracia sana, deberían mantenerse ajenos a la conveniencia política. Ese es, en esencia, el problema, cuando la soberanía se emplea como cortina de humo, se puede tachar de traidor a cualquiera que se oponga o cuestione, y en ese escenario, la obediencia reemplaza al verdadero debate, aniquilando la pluralidad que tanto esfuerzo nos costó instaurar.

Pero el problema no es la defensa de la soberanía en sí misma. Nadie discute que sea vital defender y fortalecer los elementos que nos hacen un país independiente y con instituciones sólidas. El auténtico inconveniente está en el uso arbitrario de la palabra para legitimar cambios que, en los hechos, corroen la pluralidad democrática y nos devuelven a un sistema parecido al del partido único. Ese que conocimos durante décadas y que, gracias a la intensa labor de generaciones, habíamos logrado sacudir de nuestro escenario político.

Y la oposición (salvo honrosos perfiles) ha caído redondita en la trampa. Quizás por temor a ser señalada como antipatriota, o quizás porque al final, su cálculo político le dicte que no vale la pena enfrentarse a una narrativa que apela a la emotividad de buena parte de la población. Al final, nadie quiere quedar en el registro histórico como alguien que votó “en contra de la soberanía”. Sin embargo, si se permite que el gobierno concentre un poder sin precedentes, esa acumulación terminará tarde o temprano por explotar en contra de quienes hoy se consideran voces disidentes.

Es urgente que el debate político se libere del blindaje discursivo de la palabra “soberanía” para pasar a la discusión seria sobre cómo se garantizan los contrapesos y la participación de la sociedad civil. De lo contrario, seguiremos viendo cómo se aprueban reformas que, con la bandera de la independencia nacional, promueven la centralización del poder en una sola figura y desdibujan la capacidad de las instituciones para funcionar como garantes de la democracia.

Entonces, la trampa de la soberanía es esa: se nos ofrece como carnada la liberación patriótica, pero detrás, se esconde un anzuelo de sumisión a un poder que no admite disidencia. Un poder, además, fortalecido por el silencio o la complacencia de quienes deberían alzar la voz y plantear una oposición con argumentos. Sin duda, es momento de mirar con lupa estas reformas y exigir que se detenga esta vorágine que, en nombre de un ideal que pocos se atreven a cuestionar, ha comenzado a desmantelar a plumazos los avances democráticos que tanto nos costaron conseguir. Ceder a la trampa de la soberanía es ignorar que, paradójicamente, su uso indiscriminado puede convertirse en la mezcla para la construcción de un nuevo autoritarismo.

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