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Anuncian escuelas particulares que regresarán a clases presenciales el 1 de marzo

El próximo 1 de marzo las escuelas privadas de todo el país, agrupadas en la Asociación Nacional de Escuelas Particulares, volverán a clases presenciales, pese a que ninguna entidad se encuentra en semáforo verde, requisito indispensable para el regreso.

De acuerdo con la Asociación, 8 mil 190 escuelas de preescolar a posgrado están listas para volver a clases.

“La educación, lleva detenida un año y va para año y medio, ya que se propone iniciar clases hasta el mes de agosto, pero es posible que se prolongue hasta enero o más. Lo cual creará más problemas de todo tipo”, señaló la Asociación en un comunicado.

De acuerdo con Alfredo Villar Jiménez, presidente de la organización, tanto escuelas como alumnos podrán decidir si regresan a actividades presenciales. Si la escuela lo hace pero un estudiante no quiere asistir, puede seguir tomando sus clases en línea, a través de transmisiones de su salón de clases.

Señaló que se han elaborado protocolos de salud con base en documentos del gobierno federal y habrá tres filtros para el ingreso: en la entrada, en la puerta del salón y vigilancia en casa.

Al ingresar al plantel se dará gel antibacterial, se tomará la temperatura y se desinfectarán mochilas. Todos los alumnos deben usar obligatoriamente cubrebocas y careta.

Algunas clases serán al aire libre si el clima y la infraestructura de la escuela lo permiten.

Los grupos se dividirán para que no asistan todos los alumnos todos los días. Algunos planteles tendrán clases presenciales de lunes a jueves y el viernes en línea.

Fuente: Animal Político

Opinión

Emilia Pérez: Una Mirada Cuestionada sobre México Por: Sigrid Moctezuma

En un mundo donde el cine es tanto un arte como una poderosa herramienta de representación cultural, las películas que abordan la identidad de un país llevan consigo una gran responsabilidad. Tal es el caso de Emilia Pérez, una cinta que, aunque prometía ser un relato innovador, ha generado un torrente de críticas por su visión estereotipada y su superficialidad al retratar la cultura nacional.

Descrita por sus creadores como un “narco-musical”, Emilia Pérez sorprendió al ganar cuatro Globos de Oro, lo que dejó en evidencia una desconexión entre las audiencias internacionales y la percepción mexicana. Mientras en el extranjero se celebra como un experimento cinematográfico audaz, aquí ha sido criticada por perpetuar clichés culturales que parecen sacados de una postal turística, ignorando las complejidades del México actual. Aunque su mezcla de comedia, drama y música despertó curiosidad inicial, para muchos terminó siendo un recordatorio de cómo los estereotipos siguen dominando la narrativa global.

Uno de los puntos de mayor desagrado ha sido la manera en que la película aborda temas sensibles como la identidad de género y la narcocultura. Si bien es positivo que estas cuestiones tengan espacio en la narrativa cinematográfica, en Emilia Pérez se sienten tratadas con una ligereza que no honra su trascendencia. Los personajes, en lugar de reflejar matices reales, se convierten en caricaturas que difícilmente conectan con el público.

Las críticas no solo vienen de los espectadores, sino también de sectores especializados en cine y cultura. Se ha señalado que la película parece diseñada para un público extranjero que consume el «México pintoresco», mientras ignora las voces y experiencias auténticas que definen al país. Lo que representa una oportunidad desperdiciada para proyectar un discurso que sea fiel a nuestra riqueza cultural y social.

Este fenómeno no es nuevo en el cine. Muchas producciones internacionales han intentado capturar supuestamente nuestra esencia, pero terminan cayendo en la trampa: el mariachi omnipresente, las cantinas llenas de tequila y la violencia gratuita. Emilia Pérez, desafortunadamente, parece sumar su nombre a esta lista.

No obstante, este tipo de reacciones también abre un espacio importante para la reflexión. La discusión que surge de estas películas pone sobre la mesa la necesidad de que seamos nosotros quienes contemos nuestras propias historias, desde múltiples perspectivas. Es imperativo que el relato cinematográfico internacional comience a escuchar más atentamente las voces locales y trabajen en colaboración para evitar simplificaciones que diluyan nuestra esencia.

En un mundo donde las plataformas digitales hacen que el cine viaje más rápido que nunca, la responsabilidad de representar adecuadamente a un país se vuelve aún más crucial. La recepción de Emilia Pérez debería servir como un recordatorio de que no somos un concepto único y fácil de definir, sino una amalgama compleja de historias, tradiciones y modernidades.

Quizá, en el futuro, podamos ver más producciones que tomen este desafío en serio, dejando de lado las visiones simplistas. Porque México, con todas sus luces y sombras, merece ser contado con verdad y profundidad.

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