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CONTEXTO: *Tiembla Jáuregui… *¿Enfrentarán a Adán Augusto?… *Expedientes X Universitarios…

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El que vio su vida pasar en un abrir y cerrar de ojos fue el secretario general de Gobierno, César Jáuregui Moreno al escuchar la oferta que la gobernadora Maru Campos ofreció para su antecesor Javier Corral, pues dijo que por su poder de conciliación sería un muy buen relevo de Jáuregui el Malo, o el bueno, o ya no sabemos…

Ya hablando en serio, bueno no, ¿Qué cargo le caería al perfil de Corral, en el extrañísimo caso que esto pudiera ocurrir en un multiverso de lo más raro?

El de Fiscal Anticorrupción no creemos, porque sería como andarse persiguiendo la cola.

Otro es el de Director del Deporte, pero imagínese, no lo sacaríamos de las canchas de la deportiva o de los campos de golf, o de las carreras pedestres, en fin, sería un verdadero carnaval para el paseño.

Ahora imagíneselo de secretario de Cultura, se quedaría sin pagar a la Golondrina y su Príncipe.

Mejor que siga de vacaciones, ¿no?

……

No hay fecha que no se llegue, ni día que no se cumpla, o como quiera que se diga, el caso es que hoy se verán las caras el panismo chihuahuita con el enemigo público número uno: Adán Augusto López.

Diputados, dirigentes, funcionarios de gobierno de todos los niveles, le entraron duro y conciso a reprochar que el number two de Palacio Nacional dijera que los norteños no eran tan listos como los de Tabasco, de donde es oriundo al igual que su compadre el presidente.

Ahora bien, será interesante ver qué tanto le atizan al fuego los albiazules o sí ya teniendo de frente al exgobernador le bajan a los decibelios.

Y es que en Chihuahua la situación presupuestal no está como para andarse peleando con el Gobierno Federal, que por más que digan que el presupuesto no es un regalo sí es algo que se debe manejar con pincitas ante los oídos sensibles.

Ah, por cierto, aquí solo viene a escuchar que en Chihuahua no pasará el tema de ampliar la presencia de militares hasta 2028, bueno, eso de que no va a pasar es solo un decir.
……

Ahora sí, ahora sí, a menos que vuelva a caer el meteorito que extinguió a los dinosaurios, hoy a las 10:30 rendirá protesta como rector de la UACH Luis Alfonso Rivera Campos.

Esto luego de que ayer quedara sin efecto el polémico amparo que impedía la toma de protesta donde desde hace rato tendría que asumir el ex director de la Facultad de Derecho.

Se sabe que Luis operó en la UACH incluso antes de que se instalara Heliodoro como interino, pero ahora sí viene lo bueno, o al menos esas son las expectativas que se tienen.

¿Y sabe qué? Anda el run run de sacar unos expedientes X versión universitaria en contra del exrector, el tocayo Luis Alberto Fierro, pues todo mundo hablaba de las corruptelas, pero a ver si ahora sí sale el bueno para sacarlas a flote y que se vea porqué la UACH cayó en picada en el ranking universitario.

Opinión

De la oscuridad al coraje: el legado de Carlos Manzo. Por Caleb Ordóñez T.

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En Uruapan, Michoacán, ocurrió otro acto de violencia debió estremecernos hasta los cimientos: el asesinato del alcalde independiente Carlos Manzo, un hombre que no sólo gobernaba con pasión, sino que había decidido declarar una guerra abierta contra el narcotráfico, contra la corrupción enquistada en las instituciones locales y contra el miedo que paraliza comunidades enteras. Su voz, firme y frontal, encontró la respuesta más cobarde: el silencio impuesto por un disparo.

Lo más devastador es que el presunto autor material era un menor de 17 años, originario de una comunidad cercana, atrapado en el infierno de las metanfetaminas y en la cultura de violencia que el narco ha sembrado como si fuera destino. Ese joven no sólo jaló un gatillo: fue la expresión de un país fracturado donde la infancia es mercancía, donde la adolescencia es reclutada, y donde miles de niños son moldeados como armas para terminar asesinando a quienes intentan salvarlos. Así, la muerte de Carlos Manzo no es un caso aislado: es la síntesis de un sistema que deja sin futuro a quienes deberían escribirlo.

Pero en medio de esta tragedia surge una figura que honra la memoria con acción: Grecia Itzel Quiroz García, esposa del alcalde asesinado, quien decidió asumir la alcaldía como un acto de amor, dignidad y desafío. Su decisión es una declaración política de enorme tamaño moral: podía haberse retirado, guardar silencio, dedicarse al duelo. Pero eligió ponerse de pie donde su esposo cayó. Su juramento no fue un protocolo: fue un grito. Un grito que dice que las causas justas no mueren con quienes las defienden. Un grito que sostiene que la dignidad vale más que la vida misma cuando se trata de proteger a una comunidad. Un grito que se convierte en faro en un país donde la resignación es, demasiadas veces, la salida más común.

Su presencia en el cargo no es simbólica: es una afirmación de que ningún proyecto noble debe detenerse por el uso de la fuerza criminal. Es un recordatorio de que los ideales verdaderos: la justicia, la transparencia, el amor a la comunidad, no tienen reversa.

El caso de Carlos Manzo y el menor que disparó obliga a este país a una pregunta incómoda: ¿qué estamos haciendo, o dejando de hacer, para que los niños se conviertan en ejecutores y los gobernantes valientes se conviertan en mártires? ¿Cómo es posible que un adolescente sea moldeado por la cultura del narco antes que por la cultura de la vida? ¿Qué instituciones fallaron para que un joven confundiera poder con destrucción? ¿Cuántas señales ignoramos antes de que una tragedia se vuelva inevitable?

La muerte del alcalde revela la podredumbre de un sistema cultural que permite que la delincuencia opere como autoridad paralela, cazando a quienes se le oponen. Pero la decisión de Grecia Quiroz revela algo igual de real: el valor también se contagia. No estamos ante el relato de una derrota. Estamos ante el nacimiento de un parteaguas.

Porque cuando una mujer (viuda, ciudadana, madre, líder) decide ponerse de pie justo en el epicentro del dolor y asumir el mandato que le arrebataron a su esposo, algo poderoso sucede: la narrativa se fractura, pero no hacia el miedo; se fractura hacia la esperanza. Grecia Itzel Quiroz García no sólo tomó protesta como alcaldesa. Tomó protesta ante la vida misma. Lo hizo con la voz quebrada, pero firme; con el corazón dolido, pero dispuesto. Y con ello mandó un mensaje que debería retumbar en cada rincón del país: no podrán matarnos la dignidad, no podrán matar lo que creemos, no podrán matarnos el futuro. Y ese mensaje es más fuerte que cualquier arma.

La historia de Carlos Manzo podría haberse reducido a un titular indignante, a un nombre más en la larga lista de víctimas de la política violenta mexicana. Pero su historia continúa porque su proyecto sigue vivo en manos de su esposa, en la determinación de un pueblo que vio caer a su alcalde, y en el eco nacional de una tragedia que ya no puede seguir normalizándose. El legado de Manzo no es el martirio. El legado de Manzo es el ejemplo. Y el ejemplo que deja es simple pero brutalmente necesario: se puede gobernar sin doblegarse, se puede enfrentar al narco sin pactos, se puede vivir sin miedo. Ese ideal, por incómodo, por difícil, por riesgoso, es precisamente el que más falta le hace a México.

Frente a esta historia, la reflexión final no es suave; es incendiaria. Y debería encender a todos: si un adolescente puede ser reclutado para matar, ¿por qué un país no podría reclutarse para defender la vida de los más venerables? ¿Por qué hemos permitido que los criminales tengan más poder de convocatoria que el Estado? ¿Por qué un menor encuentra pertenencia en una célula criminal antes que en su escuela, su barrio, su deporte, su comunidad? ¿Por qué una bala tiene más rutas para llegar a un joven que una oportunidad?

La respuesta no la tiene un gobierno, ni una alcaldesa, ni una fiscalía. La respuesta la tiene cada ciudadano que hoy lee, escucha o presencia cómo México se debate entre dos culturas: la cultura de la muerte que seduce, y la cultura del valor que resiste. Ese es el verdadero pleito. Ese es el campo de batalla.

La tragedia de Uruapan nos da una lección que duele, pero que es urgente atender: si no arrebatamos a nuestros niños de las manos del crimen organizado, ellos seguirán arrebatándonos a nuestros líderes. Si no rompemos la seducción del “narcoaspiracionismo”, seguiremos viendo a menores convertidos en verdugos. Si no defendemos a quienes se atreven a gobernar con honestidad, el poder quedará sólo para los corruptos o los cómplices. Y si no honramos a los que están dispuestos a dar la vida por sus ideales, entonces somos un país que renuncia a su propia dignidad.

Porque en medio de la noche más oscura, Grecia Quiroz no sólo levantó la mano para protestar el cargo: levantó una antorcha que su esposo dejó encendida. Y lo hizo con la fuerza de quien entiende que, cuando un proyecto es justo, ninguna bala puede detenerlo. Carlos Manzo murió por sus principios. Grecia Quiroz vive para defenderlos. Y Uruapan será, a partir de esta herida, un símbolo de que México no tiene por qué resignarse a ser un país capturado por el miedo.

La pregunta no es si el crimen organizado seguirá intentando apagar las luces.

La pregunta es si nosotros, como sociedad, como nación, como personas, decidiremos encender las nuestras.

Porque, al final, la historia no la escribe quien dispara.

La historia la escribe quien, aun sangrando, se atreve a avanzar.

Y eso es lo que hoy representa Grecia Itzel Quiroz García:

la prueba viviente de que una causa justa no muere… cuando alguien tiene el coraje de seguirla.

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