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Denuncia intento de feminicidio, juez libera a agresor y hoy está muerta

Luego de que este jueves se dio a conocer el caso de Abril Pérez, mujer asesinada el pasado 25 de noviembre cuando se circulaba sobre Circuito Interior y quien desde enero de este año denunció tentativa de feminicidio por parte de su esposo, la Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México, enviará una queja al Consejo de la Judicatura debido a que el juez Federico Mosco desestimó su acusación.

Once meses después, la mujer de 46 años fue asesinada cuando iba camino al aeropuerto en compañía de uno de sus hijos y su abogado. Una motocicleta con dos sujetos la interceptó, en el cruce de la avenida Insurgentes Sur y Río Churubusco.

Es una tragedia, es terrible, es indignante, doloroso, cómo es posible, la Procuraduría presentó intento de feminicidio se detuvo a este personaje y es un juez quien lo liberó, entonces nos parece indignante esto, ella estaba en riesgo, así lo demostró la Procuraduría y después esto, y lo que se está es con todas las pruebas para el seguimiento de lo que parece fue la pareja pero se está haciendo el trabajo por parte de la Procuraduría pero es indignante que esto pase, la Procuraduría va a hacer varias cosas, no solo queja al Consejo de la Judicatura porque no puede estar pasando esto con los jueces”, indicó la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum Pardo.

La jefa de Gobierno de la Ciudad de México, señaló que es lamentable que en casos de violencia de género algunos jueces no cuenten con sensibilidad.

En particular cuando hablamos de violencia de género tiene que haber una sensibilidad muy grande de los jueces, no puede ser que está mujer va y denuncia que siente que está en peligro de muerte por parte de su pareja, la procuraduría le da todo el apoyo, se presenta, lo detienen y un juez lo deja ir”, agregó la mandataria.

La Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México, busca a los responsables del feminicidio.

Fuente: Excelsior

Opinión

Emilia Pérez: Una Mirada Cuestionada sobre México Por: Sigrid Moctezuma

En un mundo donde el cine es tanto un arte como una poderosa herramienta de representación cultural, las películas que abordan la identidad de un país llevan consigo una gran responsabilidad. Tal es el caso de Emilia Pérez, una cinta que, aunque prometía ser un relato innovador, ha generado un torrente de críticas por su visión estereotipada y su superficialidad al retratar la cultura nacional.

Descrita por sus creadores como un “narco-musical”, Emilia Pérez sorprendió al ganar cuatro Globos de Oro, lo que dejó en evidencia una desconexión entre las audiencias internacionales y la percepción mexicana. Mientras en el extranjero se celebra como un experimento cinematográfico audaz, aquí ha sido criticada por perpetuar clichés culturales que parecen sacados de una postal turística, ignorando las complejidades del México actual. Aunque su mezcla de comedia, drama y música despertó curiosidad inicial, para muchos terminó siendo un recordatorio de cómo los estereotipos siguen dominando la narrativa global.

Uno de los puntos de mayor desagrado ha sido la manera en que la película aborda temas sensibles como la identidad de género y la narcocultura. Si bien es positivo que estas cuestiones tengan espacio en la narrativa cinematográfica, en Emilia Pérez se sienten tratadas con una ligereza que no honra su trascendencia. Los personajes, en lugar de reflejar matices reales, se convierten en caricaturas que difícilmente conectan con el público.

Las críticas no solo vienen de los espectadores, sino también de sectores especializados en cine y cultura. Se ha señalado que la película parece diseñada para un público extranjero que consume el «México pintoresco», mientras ignora las voces y experiencias auténticas que definen al país. Lo que representa una oportunidad desperdiciada para proyectar un discurso que sea fiel a nuestra riqueza cultural y social.

Este fenómeno no es nuevo en el cine. Muchas producciones internacionales han intentado capturar supuestamente nuestra esencia, pero terminan cayendo en la trampa: el mariachi omnipresente, las cantinas llenas de tequila y la violencia gratuita. Emilia Pérez, desafortunadamente, parece sumar su nombre a esta lista.

No obstante, este tipo de reacciones también abre un espacio importante para la reflexión. La discusión que surge de estas películas pone sobre la mesa la necesidad de que seamos nosotros quienes contemos nuestras propias historias, desde múltiples perspectivas. Es imperativo que el relato cinematográfico internacional comience a escuchar más atentamente las voces locales y trabajen en colaboración para evitar simplificaciones que diluyan nuestra esencia.

En un mundo donde las plataformas digitales hacen que el cine viaje más rápido que nunca, la responsabilidad de representar adecuadamente a un país se vuelve aún más crucial. La recepción de Emilia Pérez debería servir como un recordatorio de que no somos un concepto único y fácil de definir, sino una amalgama compleja de historias, tradiciones y modernidades.

Quizá, en el futuro, podamos ver más producciones que tomen este desafío en serio, dejando de lado las visiones simplistas. Porque México, con todas sus luces y sombras, merece ser contado con verdad y profundidad.

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