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Economía mexicana tiene la mayor caída desde 1932

La economía mexicana registró en el 2020 su mayor contracción desde la crisis de 1932, a causa de los efectos de la crisis sanitaria por el Covid-19, de acuerdo con los datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).

La estimación del Producto Interno Bruto (PIB), del Inegi, arrojó que el año pasado los efectos de la crisis del Covid-19 provocaron que la actividad económica cayera 8.5% anual, con cifras desestacionalizadas, su mayor caída desde hace 88 años, cuando se contrajo 14 por ciento.

De confirmarse el dato, el próximo 25 de febrero, la caída del PIB quedaría por encima de la proyectada por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, de 8.0 por ciento.

La contracción de la economía mexicana fue algo que se espero como consecuencia de las medidas que se implementaron para mitigar los contagios del Covid-19. Tanto en México como en el mundo se llevó a cabo el distanciamiento social y confinamiento, con lo cual varios negocios cerraron de manera temporal y, a su vez, afectaron los ingresos de los mexicanos, los cuales también llegaron a perder sus empleos.

Con los datos divulgados por el Inegi también se mostró que México hiló dos años de contracciones. En el 2019 se contrajo 0.1 por ciento.

La información del Inegi también reveló que, en comparación con en el mismo trimestre del 2019, el PIB mostró una contracción de 4.6% en el cuatro trimestre del año pasado.

En comparación con el trimestre previo, registró una recuperación de 3.1 por ciento.

Por rubro de actividad económica se mostró que el sector primario fue el que mejor resiliencia tuvo a los impactos del Covid-19, ello debido a que fue considerado dentro de las actividades esenciales desde el inicio de la pandemia, por lo que no cerró.

De esta forma, la actividad primaria mostró un crecimiento anual de 2.0% en el 2020.

En contraste, el sector secundario fue el que mostró la caída más profunda. El año pasado, las industrias tuvieron una contracción de 10.2 por ciento. En cuanto al sector terciario, que está relacionado a los servicios, la contracción fue de 7.9 por ciento.

Fuente: El Economista

Opinión

Emilia Pérez: Una Mirada Cuestionada sobre México Por: Sigrid Moctezuma

En un mundo donde el cine es tanto un arte como una poderosa herramienta de representación cultural, las películas que abordan la identidad de un país llevan consigo una gran responsabilidad. Tal es el caso de Emilia Pérez, una cinta que, aunque prometía ser un relato innovador, ha generado un torrente de críticas por su visión estereotipada y su superficialidad al retratar la cultura nacional.

Descrita por sus creadores como un “narco-musical”, Emilia Pérez sorprendió al ganar cuatro Globos de Oro, lo que dejó en evidencia una desconexión entre las audiencias internacionales y la percepción mexicana. Mientras en el extranjero se celebra como un experimento cinematográfico audaz, aquí ha sido criticada por perpetuar clichés culturales que parecen sacados de una postal turística, ignorando las complejidades del México actual. Aunque su mezcla de comedia, drama y música despertó curiosidad inicial, para muchos terminó siendo un recordatorio de cómo los estereotipos siguen dominando la narrativa global.

Uno de los puntos de mayor desagrado ha sido la manera en que la película aborda temas sensibles como la identidad de género y la narcocultura. Si bien es positivo que estas cuestiones tengan espacio en la narrativa cinematográfica, en Emilia Pérez se sienten tratadas con una ligereza que no honra su trascendencia. Los personajes, en lugar de reflejar matices reales, se convierten en caricaturas que difícilmente conectan con el público.

Las críticas no solo vienen de los espectadores, sino también de sectores especializados en cine y cultura. Se ha señalado que la película parece diseñada para un público extranjero que consume el «México pintoresco», mientras ignora las voces y experiencias auténticas que definen al país. Lo que representa una oportunidad desperdiciada para proyectar un discurso que sea fiel a nuestra riqueza cultural y social.

Este fenómeno no es nuevo en el cine. Muchas producciones internacionales han intentado capturar supuestamente nuestra esencia, pero terminan cayendo en la trampa: el mariachi omnipresente, las cantinas llenas de tequila y la violencia gratuita. Emilia Pérez, desafortunadamente, parece sumar su nombre a esta lista.

No obstante, este tipo de reacciones también abre un espacio importante para la reflexión. La discusión que surge de estas películas pone sobre la mesa la necesidad de que seamos nosotros quienes contemos nuestras propias historias, desde múltiples perspectivas. Es imperativo que el relato cinematográfico internacional comience a escuchar más atentamente las voces locales y trabajen en colaboración para evitar simplificaciones que diluyan nuestra esencia.

En un mundo donde las plataformas digitales hacen que el cine viaje más rápido que nunca, la responsabilidad de representar adecuadamente a un país se vuelve aún más crucial. La recepción de Emilia Pérez debería servir como un recordatorio de que no somos un concepto único y fácil de definir, sino una amalgama compleja de historias, tradiciones y modernidades.

Quizá, en el futuro, podamos ver más producciones que tomen este desafío en serio, dejando de lado las visiones simplistas. Porque México, con todas sus luces y sombras, merece ser contado con verdad y profundidad.

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