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Gobierno alista así el calendario de regreso a clases presenciales

Las secretarías de Educación Pública (SEP) y de Salud (Ssa) trabajan en coordinación en una estrategia para reanudar las clases presenciales, tras un año de que se suspendieran por la pandemia del COVID-19, informó Jorge Alcocer, titular de la Ssa.

Durante la conferencia de prensa mañanera del presidente Andrés Manuel López Obrador, Alcocer detalló que la evidencia internacional destacó que las escuelas no amplifican la pandemia; sin embargo, no quiere decir que sean seguras.

“La evidencia internacional indica que las escuelas no son amplificadores de la transmisión; sin embargo, tenemos que asegurar que las escuelas sean seguras, por ello el Gobierno de México y el grupo asesor científico en conjunto con la SEP afinan la estrategia de apertura de las escuelas”.

En ese sentido, Alcocer detalló que se analiza lo siguiente:

Reducir el tamaño de las clases
Si los niños deben o no usar cubrebocas
Cómo garantizar una ventilación adecuada

“Como Gobierno tenemos la responsabilidad de minimizar la exposición a infecciones para aquellos que no pueden controlar su propio entorno. Volver a la normalidad es lo que todos queremos”.

En su participación, el doctor Hugo López-Gatell, subsecretario de Salud, mencionó que tanto la SEP como la secretaría que encabeza Jorge Alcocer trabajan en conjunto para un regreso organizado.

“El presidente nos ha instruido tanto al sector Salud como a la SEP a trabajar de manera conjunta, con miras a reactivar la educación pública en una forma organizada, estructurada y fundamentada”.

López-Gatell destacó que lo que no se quieren son iniciativas desorganizadas “que no cuiden los elementos fundamentales de las personas, empezando por los educandos y personal como maestros”.

Para finalizar, detalló que el viernes habrá una reunión entre SEP y Salud para organizarse sobre el calendario de regreso a clases presenciales.

Fuente: Uno TV

Opinión

Emilia Pérez: Una Mirada Cuestionada sobre México Por: Sigrid Moctezuma

En un mundo donde el cine es tanto un arte como una poderosa herramienta de representación cultural, las películas que abordan la identidad de un país llevan consigo una gran responsabilidad. Tal es el caso de Emilia Pérez, una cinta que, aunque prometía ser un relato innovador, ha generado un torrente de críticas por su visión estereotipada y su superficialidad al retratar la cultura nacional.

Descrita por sus creadores como un “narco-musical”, Emilia Pérez sorprendió al ganar cuatro Globos de Oro, lo que dejó en evidencia una desconexión entre las audiencias internacionales y la percepción mexicana. Mientras en el extranjero se celebra como un experimento cinematográfico audaz, aquí ha sido criticada por perpetuar clichés culturales que parecen sacados de una postal turística, ignorando las complejidades del México actual. Aunque su mezcla de comedia, drama y música despertó curiosidad inicial, para muchos terminó siendo un recordatorio de cómo los estereotipos siguen dominando la narrativa global.

Uno de los puntos de mayor desagrado ha sido la manera en que la película aborda temas sensibles como la identidad de género y la narcocultura. Si bien es positivo que estas cuestiones tengan espacio en la narrativa cinematográfica, en Emilia Pérez se sienten tratadas con una ligereza que no honra su trascendencia. Los personajes, en lugar de reflejar matices reales, se convierten en caricaturas que difícilmente conectan con el público.

Las críticas no solo vienen de los espectadores, sino también de sectores especializados en cine y cultura. Se ha señalado que la película parece diseñada para un público extranjero que consume el «México pintoresco», mientras ignora las voces y experiencias auténticas que definen al país. Lo que representa una oportunidad desperdiciada para proyectar un discurso que sea fiel a nuestra riqueza cultural y social.

Este fenómeno no es nuevo en el cine. Muchas producciones internacionales han intentado capturar supuestamente nuestra esencia, pero terminan cayendo en la trampa: el mariachi omnipresente, las cantinas llenas de tequila y la violencia gratuita. Emilia Pérez, desafortunadamente, parece sumar su nombre a esta lista.

No obstante, este tipo de reacciones también abre un espacio importante para la reflexión. La discusión que surge de estas películas pone sobre la mesa la necesidad de que seamos nosotros quienes contemos nuestras propias historias, desde múltiples perspectivas. Es imperativo que el relato cinematográfico internacional comience a escuchar más atentamente las voces locales y trabajen en colaboración para evitar simplificaciones que diluyan nuestra esencia.

En un mundo donde las plataformas digitales hacen que el cine viaje más rápido que nunca, la responsabilidad de representar adecuadamente a un país se vuelve aún más crucial. La recepción de Emilia Pérez debería servir como un recordatorio de que no somos un concepto único y fácil de definir, sino una amalgama compleja de historias, tradiciones y modernidades.

Quizá, en el futuro, podamos ver más producciones que tomen este desafío en serio, dejando de lado las visiones simplistas. Porque México, con todas sus luces y sombras, merece ser contado con verdad y profundidad.

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