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La miel de maple no existe: Profeco

La miel de maple «no existe», dijo la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) en un estudio en el que informa qué es lo que realmente contiene el envase.

En la Revista Profeco de febrero, el organismo explicó que en realidad maple es el nombre en inglés de un árbol emblemático de Canadá que se llama arce, así que en realidad la savia que se extrae es del árbol de arce. mEsa savia del árbol de arce es un endulzante con alto grado de pureza y bajo índice glucémico.

Debido a esto, la llamada miel de maple en realidad es un jarabe sabor a maple, que está hecha a base de maíz al que se le añaden colorantes y sabor artificial.

Tampoco se le puede llamar miel porque ésta sólo es aquella «sustancia dulce natural producida por abejas a partir del néctar de las flores o de secreciones de partes vivas de plantas», según la Norma Oficial Mexicana: es decir, solamente puede haber miel hecha por abejas.

En realidad, el jarabe sabor maple «es un producto procesado, es almidón de maíz saborizado», al que le agregan azúcar, agua, color artificial, ácido sórbico, saborizantes, entre otros productos, por lo que su precio es de nueve pesos cada 100 mililitros.

En tanto que el «jarabe puro de arce» es «un producto natural, es jarabe puro de arce, savia extraída directamente de este árbol» con un precio de 69 presos cada 100 mililitros.

Por todo ello, la Profeco dijo: «Jarabe de arce es la denominación correcta del producto» siempre y cuando diga en la etiqueta que es «puro» y que contienen savia de arce.

Fuente: Informador

Opinión

Emilia Pérez: Una Mirada Cuestionada sobre México Por: Sigrid Moctezuma

En un mundo donde el cine es tanto un arte como una poderosa herramienta de representación cultural, las películas que abordan la identidad de un país llevan consigo una gran responsabilidad. Tal es el caso de Emilia Pérez, una cinta que, aunque prometía ser un relato innovador, ha generado un torrente de críticas por su visión estereotipada y su superficialidad al retratar la cultura nacional.

Descrita por sus creadores como un “narco-musical”, Emilia Pérez sorprendió al ganar cuatro Globos de Oro, lo que dejó en evidencia una desconexión entre las audiencias internacionales y la percepción mexicana. Mientras en el extranjero se celebra como un experimento cinematográfico audaz, aquí ha sido criticada por perpetuar clichés culturales que parecen sacados de una postal turística, ignorando las complejidades del México actual. Aunque su mezcla de comedia, drama y música despertó curiosidad inicial, para muchos terminó siendo un recordatorio de cómo los estereotipos siguen dominando la narrativa global.

Uno de los puntos de mayor desagrado ha sido la manera en que la película aborda temas sensibles como la identidad de género y la narcocultura. Si bien es positivo que estas cuestiones tengan espacio en la narrativa cinematográfica, en Emilia Pérez se sienten tratadas con una ligereza que no honra su trascendencia. Los personajes, en lugar de reflejar matices reales, se convierten en caricaturas que difícilmente conectan con el público.

Las críticas no solo vienen de los espectadores, sino también de sectores especializados en cine y cultura. Se ha señalado que la película parece diseñada para un público extranjero que consume el «México pintoresco», mientras ignora las voces y experiencias auténticas que definen al país. Lo que representa una oportunidad desperdiciada para proyectar un discurso que sea fiel a nuestra riqueza cultural y social.

Este fenómeno no es nuevo en el cine. Muchas producciones internacionales han intentado capturar supuestamente nuestra esencia, pero terminan cayendo en la trampa: el mariachi omnipresente, las cantinas llenas de tequila y la violencia gratuita. Emilia Pérez, desafortunadamente, parece sumar su nombre a esta lista.

No obstante, este tipo de reacciones también abre un espacio importante para la reflexión. La discusión que surge de estas películas pone sobre la mesa la necesidad de que seamos nosotros quienes contemos nuestras propias historias, desde múltiples perspectivas. Es imperativo que el relato cinematográfico internacional comience a escuchar más atentamente las voces locales y trabajen en colaboración para evitar simplificaciones que diluyan nuestra esencia.

En un mundo donde las plataformas digitales hacen que el cine viaje más rápido que nunca, la responsabilidad de representar adecuadamente a un país se vuelve aún más crucial. La recepción de Emilia Pérez debería servir como un recordatorio de que no somos un concepto único y fácil de definir, sino una amalgama compleja de historias, tradiciones y modernidades.

Quizá, en el futuro, podamos ver más producciones que tomen este desafío en serio, dejando de lado las visiones simplistas. Porque México, con todas sus luces y sombras, merece ser contado con verdad y profundidad.

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