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Opinión: Voto de la mujer y violencia política de género, por Diana Avitia

Hoy 17 de octubre se cumplen 66 años desde que por decreto constitucional se les otorgan a las mujeres en México derechos políticos, después de que cientos de defensoras sociales a pesar de vivir en un sistema represor alzaron la mano para ser escuchadas, hoy en nuestro país las mujeres somos un target político de promesas vacías y simulaciones políticas, hemos avanzado, de eso no tenemos duda alguna, gracias exclusivamente a todas ellas.

Fue en el año de 1953 cuando en el sexenio del presidente Adolfo Ruiz Cortines se promulgó el nuevo texto del Artículo 34 Constitucional, el entonces jefe del ejecutivo ya no podida dilatar más este paso, los que antes estuvieron siguieron inmóviles, en campana se le presiono. Las reformas que otorgaron el voto a las mujeres y pudieran postularse en puestos de elección. Pero fue hasta el 3 de julio de 1955 cuando las mexicanas lograron emitir su voto por primera vez, finalmente eran tomadas en cuenta, se elegía en esa primera ocasión a diputados federales de la XLIII Legislatura.

Antes de la reforma el Artículo 34 decía; son ciudadanos de la Republica todos los que, teniendo la calidad de mexicanos, reúnan, además, los siguientes requisitos … Y no, no nos engañemos, tratando de justificar e interpretar a conveniencia el sentido de la ley de ese tiempo, mexicanos no englobaba a hombres y mujeres, era una prerrogativa que se refería exclusivamente a un género. Basta con leer la reforma del 53 para validar lo dicho … son ciudadanos de la Republica los varones y las mujeres que, teniendo la calidad de mexicanos, reúnan, además, los siguientes requisitos…   

La mujer mexicana ha transitado por caminos complicados para conquistar derechos, la lucha encarnizada por los espacios públicos ha dejado muchos disgustos, vamos avanzando. Aun cuando en la práctica las cosas son distintas a la teoría, a lo que debería de ser. Muchas han ganado dignamente los espacios en la vida pública y política de hoy, otras lamentablemente han sido parte del juego de la simulación, rellenos de la cuota de género que se les exigen a los grupos cupulares, nepotismo e intereses siguen anteponiéndose. 

Hoy aparte de sentirnos orgullosas por las conquistas, sociales, laborales, políticas de las mujeres, revisemos la realidad, señalemos eso que sigue estando mal, desde el techo de cristal para muchas en compañías hasta la violencia política contra las mujeres.

Pero, ¿qué es la violencia política por razón de género? Este tipo de violencia comprende todas aquellas acciones u omisiones de personas, que se dirigen a una mujer por ser mujer, tienen un impacto diferenciado en ellas o les afectan desproporcionadamente, con el objeto de menoscabar o anular sus derechos político-electorales, incluyendo el ejercicio del cargo. Incluye, entre otras, violencia física, psicológica, sexual, patrimonial, económica.

Los ataques en contra de muchas han sido invisibilizados, porque vivimos en una sociedad que tiene normalizadas conductas erróneas, esto quiere decir que es tan común que tanto hombres como mujeres vemos correctas muchas acciones que son violentas, existen mujeres alienadas que incluso defienden este sistema. Hagamos un recuento rápido, no tenemos que hacer un esfuerzo descomunal para detectar actos violentos, todas las administraciones han caído en estos errores, unas más que otras, pero últimamente miembros y allegados de la autollamada cuarta transformación han resaltado por sus violentas formas.

Tenemos a varios personajes, desde Mireles llamando a las concubinas de los derechohabientes pirujas y nalguitas, después al diputado Fernández Noroña quien se dirigió publicamente a una diputada de la oposición acusándola de trata de personas, luego de decirle bocona, sumadas a palabras altisonantes, posteriormente indico que era “merecedora de una chinga la próxima vez que ella abriera la boca”. También tenemos al diputado local José Casas González en Morelos quien en tribuna el jueves pasado dijo que era lamentable transitar por ese congreso cuando se refería al caso específico de una diputada, y remato “es lo malo de sacar a las personas de la cocina y darles una curul”. Ayer el alcalde de Culiacán cuando se le preguntaba por el aumento de un 250% de violaciones en su municipio el respondió; “Yo no las violé ni tuve la culpa de eso. Ni las mandé violar… Tampoco sé cuántas fueron”, hoy públicamente muchos se quieren deslindar de estos personajes.

Es tiempo de empoderarnos y refrendar los derechos previamente adquiridos, no dar pasos en falso, basta de ser ciudadanos de segunda en la vida de nuestro México y sobre todo en la toma de decisiones. Hace unos años hablaba con colaboradores del trabajo, ellos renegaba de la aprobación de la ley del 50% que brindaba espacios a mujeres, decían burlonamente… “¿por qué solo el cincuenta, no se sienten capaces de pasar ese porcentaje?, yo les respondía que no se trataba de eso, no era lo idóneo marcar una cifra, pero así como el voto tuvo que forzarse para darle espacio a la mujer, ahora a la fuerza se abrirá camino para escucharnos en la vida pública, cuando tengamos la madurez como sociedad de entender la equidad, solo entonces las cuotas pasaran a la historia, en esa ocasión los comentarios era de molestia, solo me recordó cuan cierto fue lo que escuche hace tiempo, “cuando se vive en el privilegio permanentemente la igualdad suena como una terrible represión”.

 

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Publicidad Caleb Ordoñez 

Opinión

La valentía de ser uno mismo. Por Itali Heide.

La mayoría de los días, odio mi cuerpo. Algunos días aparece como un disgusto pasivo, mientras empujo las inseguridades que viven dentro de mí a un segundo plano. Otros días, consume mi mente. El aspecto de cada uno de mis rincones me atormenta los días en los que no soy capaz de mirar más allá del físico de mi existencia.

Es especialmente difícil cuando me considero feminista y positiva con respecto al cuerpo. ¿Cómo puedo apoyar y amar el cuerpo de los demás y, sin embargo, encontrar espacio para odiar el mío? Parece casi hipócrita, pero no puedo encontrar la manera de evitarlo.

Me levanto por la mañana y decido que hoy me voy a querer a mí misma. Me ducho, me maquillo, me pongo un atuendo con el que me sienta feliz y luego pierdo toda la confianza en mí misma cuando me veo en el espejo. Tal vez tenga algo que ver con el hecho de que he ganado más de un kilo desde la cuarentena. Pero lo más probable es que tenga que ver con el hecho de que seguimos siendo bombardeados con estándares imposibles a los que nos hacemos responsables, incluso cuando no exigimos a los demás el mismo estándar.

No todos los días son así. A veces, mi maquillaje se ve justo como quiero. Mi outfit parece haber sido elegido por un estilista. La confianza en mí misma se dispara en esos días, aunque son poco frecuentes. En esos días, aprovecho al máximo lo que soy. Quién sabe, quizá en los días malos recuerde quién era cuando me sentía yo misma.

Al fin y al cabo, cuando más nos sentimos como nosotros mismos estamos contentos con nuestro aspecto, ¿no? Ni siquiera tiene una correlación con el físico, pero impacta directamente en la forma en que nos sostenemos y nos sentimos cuando entramos por la entrada de algún lugar. Parece que pensamos que todo el mundo es perfecto. Nos fijamos en lo que no tenemos en los demás, e ignoramos lo que sí tenemos cuando los demás no lo tienen. Parece ser la naturaleza humana, pero me gusta creer que nos hemos enseñado a pensar que la perfección es la única forma de ser.

Los estándares de belleza han existido desde que la humanidad ha dado valor a la apariencia de las personas (especialmente a la mujer). El poder que tiene sobre nosotros es asombroso, sobre todo si tenemos en cuenta que hemos borrado el cuerpo humano natural de la existencia y lo hemos sustituido por un cuerpo de modelo que se supone que representa la mejor versión de nosotros mismos. La verdad es que la mejor versión de nosotros mismos no necesita dietas, ejercicio excesivo, photoshop, filtros y poses incómodas.

¿Qué necesita realmente la versión auténtica de nosotros mismos? Necesita correr, explorar, tocar, sentir, llorar, reír, aprender y ser libre. Nuestro cuerpo está hecho para mucho más que para convertirse en una estatua de los estándares de belleza, y a menudo nos olvidamos de ello. Nos negamos a salir de nuestra habitación sin maquillaje, sin un atuendo que nos haga sentir seguros, sin algo que cubra la autenticidad que nos hace ser quienes somos.

Quien eres, es quien estás destinado a ser. Si quieres ponerte delineador de ojos, adelante. Si quieres llevar capa y vestido, hazlo. ¿Quieres ir al gimnasio y ponerte musculoso? Nadie te lo impide. La vida es un juego y tú eres el avatar que tienes la suerte de personalizar. Sin embargo, no olvides que eres igual de valioso sin todas esas cosas. El mundo está hecho para ser disfrutado, y nada superficial te dará las herramientas necesarias para sentirte realmente feliz en el mundo. Sé tú mismo, pero no olvides que eres más que lo que aparentas ser.

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El precio caro de la moda barata, Por Itali Heide

La vida moderna en la era del hipercapitalismo está llena de daños medioambientales inevitables – desde viajar en avión, los plásticos de un solo uso, hasta los pedidos de comida a domicilio – la contaminación parece ser algo natural para nosotros en esta época. Cuando se trata de la ropa que usamos, a menudo los impactos son menos que obvios.

La industria de la moda produce el 10% de todas las emisiones de carbono de la humanidad, lo que le ha valido ser de los mayores consumidores de agua y contaminar los océanos de la Tierra con peligrosos microplásticos, que acaban en nuestras playas y llegan al interior de los cuerpos de las criaturas que llaman al mar su hogar. La industria que nos ha mantenido al tanto de los trends en el mundo de la moda es el segundo mayor contaminante del mundo, solamente detrás de la industria petrolera. Entre más crece la industria, el daño medioambiental empeora de forma exponencial, también.

A medida que los consumidores alrededor del mundo compran más ropa, especialmente de empresas de fast fashion barata cuya popularidad no deja de aumentar, como Shein, Fashion Nova y Zara, por nombrar sólo algunas, el peaje para el medio ambiente se hace notar. La gente no sólo compra más del doble de ropa que a principios del milenio, sino que además conserva la ropa la mitad de tiempo.

Las tendencias cambiantes y la necesidad constante de validación alimentan la necesidad de comprar más y más, lo que conduce a una relación tóxica entre el consumidor y la empresa. Cuanto más compramos, más sufre el mundo y más validamos a las empresas que se aprovechan de nuestras inseguridades y de nuestra necesidad de impresionar constantemente.

La industria textil y de la moda tiene una cadena de suministro larga y compleja, que empieza en la agricultura y la producción petroquímica, hasta la fabricación, la logística y la venta. Cada proceso conlleva su propio conjunto de pesadillas, ya sea el impacto medioambiental o humano, ya que la industria explota a miles de personas en países de bajos ingresos por unos pocos centavos. Los impactos vienen en todas las tonalidades del arcoiris, empeorando a medida que el mundo sólo continúa por su camino orientado al consumo, en lugar de tomar las medidas necesarias para mejorar el futuro de la industria.

Entonces, ¿qué se puede hacer para frenar la contaminación? Puede que sea demasiado tarde para borrar todo el daño causado, pero nunca es demasiado tarde para mejorar. La moda sostenible es la respuesta, pero es un término que se utiliza cada vez más (y de forma exagerada) y que no suele estar respaldado, ya que las empresas prefieren utilizarlo para dar un lavado verde a su marca y (como es lógico) vender más ropa. La verdadera moda sostenible significa comprar menos y comprar de forma más inteligente, aunque hay muchas más cosas que pueden englobarse en este término.

¿Qué significa exactamente la moda sostenible? Cuando se hace realidad, las empresas de moda sostenible recortan las emisiones de CO2, abordan la sobreproducción, reducen la contaminación y los residuos, apoyan la biodiversidad y se aseguran de que sus trabajadores reciban una remuneración justa y tengan unas condiciones laborales seguras. Sin embargo, esto es sólo una pieza del rompecabezas. Aunque las empresas deben cargar con la mayor parte de la responsabilidad, ya que son las que están detrás de los problemas sistémicos en primer lugar, hay cosas que los consumidores también pueden hacer para apoyar la sostenibilidad. Comprar el mismo número de artículos con la etiqueta de ‘sostenible’ no es suficiente, sino que es necesario replantearnos por completo los hábitos de consumo y compra. Aquí unos tips para mejorar nuestra forma de comprar ropa:

1. Comprar menos y comprar mejor.
Cada año se producen en el mundo 100 mil millones de prendas. Antes de hacer una compra, pregúntate a ti mismo: Comprar ropa que nos sirva, en lugar de servir a la ropa, puede marcar una gran diferencia.

2. Invertir en marcas sostenibles.
Comprar mejor también significa apoyar a los diseñadores que utilizan prácticas sostenibles, pero ojo: cuidado con las empresas que utilizan el término para hacer greenwash y vender más cosas. Investigando y haciendo que las empresas se responsabilicen de sus acciones, podemos apoyar a las que hacen el bien por el mundo.

3. Compra de segunda mano y vintage.
La ropa pre-amada y reutilizada es una forma estupenda de estar al día con las tendencias pero sin dejar de cuidar el planeta. Utilizando aplicaciones que atienden a estos sectores, como Depop, o acudiendo a bazares y ventas de garaje, no sólo reciclamos ropa, sino que apoyamos a los negocios locales.

4. Prueba la moda digital.
Por último, pero no por ello menos importante, ¿por qué no utilizar la tecnología en nuestro beneficio? No es ningún secreto que gran parte del atractivo de la moda es la necesidad de mantener las apariencias en línea, ya sea publicando una bonita historia en Instagram o bailando para un TikTok. Con la realidad virtual convirtiéndose en algo cotidiano, aplicaciones como DressX están atendiendo a la reinvención del consumo de moda a través de ropa digital que se puede poner encima de fotos y vídeos. Esto puede ofrecer una gran alternativa para el futuro de la moda, así que ¿por qué no probarlo?

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